
A MI ME GUSTAR USAR LA PALABRA
Joel Gustavo Rodríguez Toral
mí me gusta usar la palabra
como ficha de rompecabezas,
como diamante en collar,
me gusta usar la palabra
como herramienta,
como elemento, efecto de la alquimia
y de la luna de antiguo romance y caldo nutridor,
así me encanta usar la palabra, pero no dudo usarla
como se usa un pico o una pala, en un terreno baldío
que espera habitar alguna construcción.
A mí me gusta usar la palabra y me gusta rascarle,
atravesarle, trastocarle, estirarle, escupirle,
cocinarla o comérmela cruda.
Definitivamente me gusta usar la palabra como
la tormenta en el ahogo de la hoja, o simplemente para replantear
el discurso de los insectos en el mínimo bosque atrapado en la ciudad.
Algunos la usan como estrella fugaz y son suicidas,
otros enamorados de alfabetos la usan aburridamente
como dictados de pericos interminables,
para libros ilegibles de academia,
otros la hacen anestesia para hacerse de oídos esclavos,
y decir que son demócratas cuando son tiranos.
La palabra se usa como piel pero nadie lo nota,
se vuelve océano en un estadio de futbol
cuando unos apoyan lo que otros no,
pero están ahí usándola con cierta profundidad
en la medida y en el desborde.
A mí me gusta la palabra que da fruto de tierra,
que es arado de buey, que es patata recién hervida
puesta al paladar en la mesa.
Me gusta esa palabra que se vuelve huella del tiempo,
código de cueva como de libro perdido, gran descubrimiento
de exhausta investigación, me gusta la palabra piel,
cómplice en el oído, que da vueltas y vueltas
dando sentido a la maniobra, pericia e instinto.
Me gusta la palabra viva desde el acto dicho,
no me gustan las palabras escritas en piedras
como anuncios publicitarios, al final de cuentas una cerveza
saciara mi sed cuando provenga de amistades,
que hagan con las palabras una gran catarata.
Así insisto me gustan las palabras vagabundas que saben llegar,
que saben a costa de todo volverse lluvia o flor casi de la magia,
Me gustan vestirlas del color de los ojos de la mujer bella, o de sus labios,
o de sus pasos llenando la calle, que no son más que del tono en que
estoy leyendo este libro de amantes y ausencias que asisten a mi existencia,
como cura de graves pensamientos sin voces ni palabras por decirse.

DAPHNE
Con manos atadas, y labios clausurados,
cuerpo sometido, en una noche de hoguera,
de machos en juerga, noche de pecadores y delincuentes,
sin perdón profanaron tu cuerpo, desgarraron tu alma,
unos hormiguearon interminable la pierna izquierda,
otros congelaron la pierna derecha,
y entre todos crearon agujeros en la flor,
en el templo, en el cielo, en la piedra pura de la intimidad.
¡Justicia! Yo grito contigo Daphne yo exijo contigo,
Es tan criminal que haya violentado a tu ser,
es tan delincuente como que te haya robaron momentos de inocencia,
y tienen que pagar por el oro robado, por el campo fértil,
por los niños del futuro, por el mar de las células por el ADN,
por toda tu humanidad.
Daphne
No bajes la cara la vergüenza la deben de tener otros
¡Justicia! A tu lado grito y ¡exijo!