Mostrando artículos por etiqueta: Poesía
Antes que la muerte nos bese el silencio / Miriam Mancini /
Antes que la muerte nos bese el silencio
Miriam Mancini
Capullos de estrellas, desplomándose sobre las ganas,
reptan sobre mí.
Los signos antiguos
que arden la piel
Y ponen a girar la esperanza.
Las nuevas certezas de un sitio dónde somos arcilla
sin mancillar, sin roer.
Quiero nombrarte en las llamas.
En las hojas que el viento a su antojo, sacude y eleva.
Y prende del alma.
En el derrotero de las heridas que nos citan a deshoras, y
luego sin preaviso, se fugan con nuestra aurora.
En el resplandor de nuestras pupilas riendo a carcajadas.
Al compás de una danza secreta en las orillas del tiempo.
Sin tiempo.
Deleite de sal en el rito de los cuerpos.
Tan distantes.
Tan juntos.
Tan ciertos.
Cuando se halla la desembocadura del silencio en los labios, y es río y es mar,
y brotan las manos en lucha por asir lo inasible.
Latidos de la sangre
en la nave del sueño.
Se hacen trizas las buenas razones,
cuando
fecunda voraz el sentimiento:
no hay sombra capaz de perseguir
semejante vuelo.
Quiero nombrarte
en el sabor del suspiro
de esta noche,
que clama
respirar, a la par aire nuevo.
Cuando aún
somos.
Cuando aún
podemos.
Antes que la vida nos nombre en un verso.
Miriam Mancini
Lejos del rayo del sol / César Rito Salinas /
Lejos del rayo del sol
/ César Rito Salinas /
Buenos días a los seres
que son como un país
y ya al verlos
es viajar a otra parte.
Homero Aridjis, Buenos días a los seres
Para Angélica
La transcripción de la entrevista se perdió en
la noche del coronavirus.
Dr. Berna dijo:
Sólo hay tres cosas para atender a las mujeres:
“Amarlas, amarlas, amarlas”.
Sobre las piedras encontré la traducción de sus palabras:
“bien cogidas, bien comidas, bien vestidas”
-nunca nadie sabrá el orden,
el no saber el orden de las palabras
concreta la traición de la traducción, dijo Paz.
Entre los ebrios la botella corre de izquierda a derecha,
nadie sabe el por qué.
“Lo demás será cosa de la suerte,
que no está en tu mano”,
dijo Dr. Berna.
Pidió permiso, dio un trago largo de mezcal.
- ¿Se puede conservar esperanza? -pregunté.
En la mañana de la muerte por coronavirus nadie
podía adelantar algo, los ebrios
beben, no tienen más quehacer.
En la calle corren bicicletas, sobre grandes estornudos.
Aquellos hombres cargan en los bolsillos
un montón de preguntas -tintinean,
níquel y cuerpos,
como ociosas
monedas del vacío.
Dr. Berna adelantó en la boca desdentada
su convicta sonrisa.
“Soy viejo,
fui borracho toda la vida, conservo
esperanzas de que llegue el día
en que deje de serlo”.
La historia se pierde en la tarde de la pandemia.
Del viejo ebrio, sus palabras,
sólo quedará un aguacatal cuyas hojas
una mujer cada tarde
llega a recogerlas,
el lote baldío,
un montón de piedras que nadie mueve
desde los tiempos
de Montalban.
Dr. Berna dijo:
“ámala siempre”, cerró los ojos,
recostó la sucia cabeza,
lejos del rayo del sol.
La muerte dando la vuelta al mundo / Cristina Arribas González /
La muerte dando la vuelta al mundo
Vamos a morir todos: ese es el requisito de lo global. Desencadenando una fractura de caída tras caída. Puede que todo esto no sea solo un síntoma, una opción para algunas personas. Puede que haya llegado el momento de no especular con cómo moriremos, a pesar de seguir haciendo bromas absurdas en torno a ella: la muerte. ¿Por qué reír ante la tragedia? ¿Por qué no hacer que el orden sea nuestra tragedia? El orden, la medida, la prudencia. La conciencia vital de una sola vida. No la de los medios críticos, la vida que está en los confines de nuestro ser y ahora despega en forma de realidad mortal. Pienso en la intemperie, en la “soledad mortal”, en aquellos que no llego a saber qué son, somos, y me pregunto quién soy y qué hago aquí. Cómo puedo seguir sabiendo que la tragedia se acurruca como una especie de ovillo (rosa) en mi estómago y me dice. Ya estoy aquí. No me puedo imaginar la herida, el hueco, el vacío que dejo, deja (el valor) en todos vosotros aquellos que nos vamos, iremos. Al fin nos iremos como dormidos, mecidos por nuestro grito (interno): podríamos haber hecho más, hicimos lo que pudimos. Cristina Arribas González
La vida es un cúmulo de ilusiones. Rocío Prieto Valdivia
La vida es un cúmulo de ilusiones.
Rocío Prieto Valdivia
"El vuelo de los ojos rompe lo invisible" Raúl Renán
Hemos de cerrar el telón
y abrir la puerta violeta; para dejar salir al miedo,
a esas palabras que nos desgarran el alma.
Romper a puñetazos el estigma de ser víctimas.
Hemos de entrar por ella con el alma
y las alas bien amarradas a las vísceras
para que nadie nos confunda.
Para ser fuertes, y tomarnos de la mano.
La infancia infeliz quedó atrás.
¡La puerta violeta se abrió para dejar salir y para entrar!
Una lágrima cae, cae y sigue cayendo en lo profundo del concreto para penetrarlo
y florecer en libertad.
¡ Atrás quedarán esas nostalgias!
¡La pequeña oruga ahora vuela!
La vida ilusiones en violeta.
AVES MIGRATORIAS Y OTROS POEMAS / MARINA CASADO /
AVES MIGRATORIAS Y OTROS POEMAS
MARINA CASADO
Traduction Par Miguel Ángel Real
AVES MIGRATORIAS
Estoy queriendo tanto
a una estación desvanecida
que tengo miedo de extinguirme,
miedo de deshacerme como las golondrinas
que en las tardes recónditas de octubre
deshabitan aldeas.
Es necesaria ahora esta nostalgia;
ahora que han arrancado la flor de la costumbre
y en las salas oscuras del corazón
estallan las primeras
revoluciones.
El verano cabría también en una lágrima.
OISEAUX MIGRATEURS
J'aime tellement
cette saison évanouie
que j'ai peur de m'éteindre,
peur de me défaire comme les hirondelles
qui dans les soirs secrets d'octobre
dépeuplent les hameaux.
Elle est nécessaire cette nostalgie maintenant;
maintenant qu'on a arraché la fleur de l'habitude
et que dans les salles obscures du cœur
éclatent les premières
révolutions.
L'été tiendrait aussi dans une larme.
EL EQUILIBRIO
A veces tengo al viento de mi parte
a las puertas heladas del invierno.
A veces me limito a contemplar
la sed anquilosada de la vajilla sucia
y el mundo también finge detenerse
para desenredar mis pensamientos.
Una vez me quisiste bajo la madrugada
y fue como tocar un vals en el piano
sin ensuciar la melodía,
como sacar los ojos con cuchara
al semblante del miedo.
L'ÉQUILIBRE
Parfois j'ai le vent de mon côté
devant les portes glacées de l'hiver.
Parfois je me borne à contempler
la soif ankylosée de la vaisselle sale
et le monde feint aussi de s'arrêter
pour dénouer mes pensées.
Une fois tu m'as aimée sous l'aube
et ce fut comme jouer une valse au piano
sans salir la mélodie,
comme arracher les yeux avec une cuiller
du visage de la peur.
Poemas inéditos, publicados en la revista española El Coloquio de los perros
RESIDENCIA EN EL CIENO / Azahara Palomeque /
RESIDENCIA EN EL CIENO
Azahara Palomeque
Poèmes de “Rest in plastic” (RIL editores, 2019)
Traduction par Miguel Ángel Real
RESIDENCIA EN EL CIENO
Ya casi
no se siente. Llueve a pedazos, se recoge
en el reloj templado de la madrugada, tres minutos
apenas es lo que tarda la criatura herida
en subir la escalera, menos
si va rodando. Casi
no pertenece si aprendo a dominar la presencia, ser fría
tras la máquina, hacer los gestos oportunos y asentir
bajo los techos. Ya casi
no desgasta, existe en la sima pero, desde la tos, parece un
pájaro
desnudo, exilio que se habitúa,
manoplas en descomposición
me descubren América.
RÉSIDENCE DANS LA VASE
On ne ressent
presque plus. Il pleut par morceaux, elle se recueille
dans l'horloge tiède de l'aube, trois minutes
à peine met la créature blessée
à monter l'escalier, sauf
si elle roule. Elle n'appartient
presque plus si j'apprends à maîtriser sa présence, à être froide
derrière la machine, à faire les gestes opportuns et à acquiescer
sous les toits. Elle n'use
presque plus, elle existe dans le gouffre mais, depuis la toux, elle ressemble
à un oiseau
nu, éxile qui s'habitue,
moufles en décomposition
me découvrent l'Amérique.
LA RED
Nos asalta la red.
Hay escaleras de incendios en cada angostura de mis
poros, madres
en la madera, madres
como lombrices tejiéndonos crisálidas. Todo
lo que toco ha sido ya ajado y sabiamente protegido.
Tus ojos terreros. La máquina gástrica
de nuestros pensamientos, el viaje lento a la cocina.
Caminamos
y sabemos que podríamos morir, que el cuerpo
es una báscula de escombros
y las corrientes siempre van hacia atrás, adonde el rojo
las mande. Pero estas pancartas
con las que cubrir ataúdes nos surten de lluvia.
Nadie cree
hoy en los dioses, pero los dioses
colectan masa de nuestros tobillos, continúan su juego
en los raíles oxidados del tiempo.
LE RÉSEAU
Le réseau nous assaille.
Il y a des escaliers d'évacuation dans chaque recoin de mes
pores, des mères
dans le bois, des mères
comme des lombrics qui nous tissent des chrysalides. Tout
ce que je touche a déjà été flétri et savamment protégé.
Tes yeux de terre. La machine gastrique
de nos pensées, le lent voyage vers la cuisine.
Nous marchons
et nous savons que nous pourrions mourir, que le corps
est une bascule de décombres
et que les courants vont toujours en amont, où le rouge
leur ordonne. Mais ces pancartes
avec lesquelles couvrir des cercueils nous pourvoient de pluie.
Personne ne croit
aujourd'hui aux dieux, mais les dieux
collectent une pâte de nos chevilles, continuent leur jeu
sur les rails rouillés du temps.
SUICIDIO IMPERFECTO
Es plástico
nuestro último órgano, lápiz
con que se dibuja
una ventana: salto mortal
de los amantes.
Todo cuanto se quiere
o se destruye ha de pasar
por cuévanos de aceite finito, materia
cancerígena de la luz:
ella, cualquiera,
poderosas hebras construyendo
el calor vertedero, puente
del sudor vencido
al sudor en tuberías sin nombre,
segundo piso
en el múltiple epitafio nuclear,
nuestro cuerpo de eco.
SUICIDE IMPARFAIT
C'est du plastique
notre dernier organe, crayon
avec lequel on dessine
une fenêtre; saut périlleux
des amants.
Tout ce qu'on aime
ou qu'on détruit doit passer
par des hottes d'huile finie, matière
cancérigène de la lumière:
elle, n'importe qui,
des brins puissants qui construisent
la chaleur déchetterie, pont
de la sueur vaincue
par la sueur dans des tuyaus innombrables,
deuxième étage
dans le multiple épitaphe nucléaire,
notre corps d'écho.
L’homme de l’écume // Bruno Geneste (inédito)
foto: Emma Real Molina
L’homme de l’écume
Bruno Geneste
Traducción de Miguel Ángel Real
Ouvre une porte
accroche la lune
au fleuve
trempe
le soleil
de plume dans la pierre
l’oiseau noir dans l’étoile
un homme vertical
comme un bâton
de prière
boit l’eau
la lumière
ouvre les cercles
dans la parole
trouée de sommeil
de rêves tombés dans la cendre
qui volent la nuit à l’écume
Lichens aux lisières
qui nous longent
dans un miroir
d’ombre disparu avec une aile
dans un feu infini de sable
Brûlant
un poème
de lampe froide
de navires
enfouis
Dans les reflets
aux parois de sel
de jour sans fin
de lumière sans fin
de ciel sans fin
à l’angle
fissuré d’une pierre
une route
en toi dévale
et tu repenses l’île
au dehors qui te trace
un signe dans la poussière
d’un ermitage
aux sources inaudibles
remuant
la solitude dans le silence
l’écoulement
comme jadis
chemin d’écume d’oiseaux
à fleurs d’os
aux plis sonores des varechs
sur les contours
Tu la savais
si fragile
cette ligne de force
l’empreinte de son éclat
dans l’estuaire
Tu me précédais
sans me voir
sous la pluie d’avant l’éclair
à flanc de falaises glissait
la mer l’eau de tes mains
mains de sommeil
mains de lampe
mains sous les cieux noirs
à flanc de péninsule
pas à pas
mains indéfinissables
corps et dunes
ourlées d’algues
dans les plis et replis
aiguisés des roches
mains en flottaison
dans l’imprononçable
reflux contraire en fusion
mains ouvrant au noir
dans le blanc et le rouge
mains-visage
mains des remuements
aux frontières percutées
de ton ombre
mains posées sur ta bouche
mains des seuils
mains aux doigts
attrapant les faisceaux d’astres liquides
d’un ciel invisible
mains d’écumes
des circonvolutions atlantiques
d’un surréalisme des grèves.
El hombre de la espuma
Abre una puerta
cuelga la luna
al río
baña
el sol
de pluma en la piedra
el pájaro negro en la estrella
un hombre vertical
como un bastón
de oración
bebe el agua
la luz
abre los círculos
en la palabra
agujereada de sueño
de sueños caídos en la ceniza
que le roban la noche a la espuma
Líquenes en las lindes
que nos bordean
en un espejo
de sombra desaparecido con un ala
en un fuego infinito de arena
Ardiente
un poema
de lámpara fría
de navíos
enterrados
En los reflejos
de paredes de sal
de día sin fin
de luz sin fin
de cielo sin fin
en el ángulo
fisurado de una piedra
una ruta
por ti desciende
y de nuevo piensas en la isla
en el derredor que te marca
un signo en el polvo
de un retiro
de fuentes inaudibles
removiendo
la soledad en el silencio
el discurrir
como antaño
camino de espuma de pájaros
a flor de huesos
por los pliegues sonoros de las algas
en los contornos
La sabías
tan frágil
esa línea de fuerza
la huella de su brillo
en el estuario
Me precedías
sin verme
bajo la lluvia antes del rayo
bajo el acantilado se deslizaba
la mar el agua de tus manos
manos de sueño
manos de lámpara
manos bajo los cielos negros
junto a la península
paso a paso
manos indefinibles
cuerpos y dunas
dobladas con algas
en los pliegues y repliegues
afilados de las rocas
manos flotando
en lo impronunciable
reflujo contrario en fusión
manos abriéndose a la oscuridad
en lo blanco y lo rojo
manos-rostro
manos agitándose
en las fronteras percutidas
de tu sombra
manos puestas sobre tu boca
manos de umbrales
manos con dedos
que atrapan los haces de astros líquidos
de un cielo invisible
manos de espumas
de las circunvoluciones atlánticas
del surrealismo de los arenales.
Poesía Chilena Actual DOBLES / CUARTO SET /Juan Malebrán / Paula Ilabaca Núñez /
Poesía Chilena Actual
DOBLES
CUARTO SET
Juan Malebrán / Paula Ilabaca Núñez
Juan Malebrán
A medida que avanza la tormenta
De todos modos
no hay
manera de evitar el riesgo
que suponen ciertos territorios
—urticaria y necrosis—
los dominios del ciempiés o
el vello de la apasanca
(bol.-pollito, tarántula)
mañas aprendidas en terreno
prácticas imposibles
sin holgura
porque no hay manera
una vez que la boca se llena de mosquitos
quizás en eso consista hablar claro
igual que volver la vista
hacia un río tibio
pero infranqueable
y ver tan solo vaho
ante lo poco que se distingue
avanzar tras el rastro de la hierba
como único indicio:
las huellas de un galope
que el lodo cubre a mitad del sendero
A contraluz y a mitad del aire
como un suicida contoneándose en plena asfixia
o un puentista balanceando la tensión del elástico
ejecuta acrobática su movimiento la oruga
caso omiso el que hace a cualquier fatalismo
que sobre ella pese
absorta en el vértigo que la contiene
grácil como una suerte que muy bien conoce
algo en ella provoca recelo
preocupada tan solo por la brisa
ajena a todo tipo de lapsus
como si fuese cuestión de sincronía
soltar el respiro que descarga al cuerpo
justo antes que el letargo agote su frescor
tuerce la voluntad del día
desde el filo de una hoja mientras pendula
al compás de una danza discordante
y en espera de una adultez que sinuosa rechaza
Breve anotación sobre un reptil al caer la tarde
elgecko no es más que un lagarto
que atraviesa claros y cambures
una sombra entregada al ruido
que los grillos proyectan entre la hiedra
una silueta invertida
contrariando la gravedad o
un cuerpo inmóvil frente al cálculo
previo al impulso y la embestida
parecido a la imagen
que guardamos de él siendo niños
cuando el mundo se mostraba
ajeno debajo de las piedras
un pequeño reptil
transparente en su tibieza
mínimo en su quietud
como el viraje del girasol
bajo el que ahora mismo reposa.
Juan Malebrán (Iquique, Chile - 1979)
Ha publicado Reproducción en curso (Edit. YMC, 2008), Bozal (Edit. YMC, 2014 / Edit. Hebra, 2015), Entretenciones mecánicas (Edit. Cinosargo, 2016) y Trópico (Edit. Aparte, 2019). Ha sido compilador de f/22 Antología poética cochabambina (Edit. La Ubre Amarga, 2011) y, en colaboración con Gladys González, de Ulupica, trece poetas bolivianos actuales (Edit. Libros del cardo, 2016). Ha obtenido la beca de creación literaria del Fondo del Libro y la Lectura, Chile los años 2005, 2016 y 2018.
Paula Ilabaca Núñez
***
Tuve sueños, padre. Sueños que no me ayudaron en lo absoluto. La tierra y las hierbas eran nefastas. Sagrada fue el agua cuando calculé el espacio entre mi misma terquedad
y sus rostros. Caminé y caminé, padre. Iba de frente. Dejé atrás el patio. Hondas mañanas se pusieron de acuerdo para mí. La sensación triste no desaparecía. Inventé nombres, combatí con ansias. Cada noche murmuraba: padre, soy yo en medio de todas estas religiones.
***
Ellos me querían cazar. Ellos se venían en el dorso de mi mano, padre y no había cómo alimentarlos. Tenían cicatrices. Buscaban las maneras. Y siempre mi voz se erguía como una tormenta amplia batiente entre sus bosques. Vamos al bosque decía (era el perro negro) lleva el par de hachas decía (la voz escondida en mi clóset) que a esta bruta raíz del veneno la sacaremos entre ambos. Papá, soy yo en medio de todas estas religiones.
***
Desde el fondo cargante y negro emergió un ángelus, padre. Tenía el rostro escindido. Puso la miel y las armas a mi costado. Nos amamos todas las noches desde que nos conocimos. Teníamos el lumbre de una fogata y desde allí salía una lanza. Teníamos todo, padre: el mal la lluvia los
corderos deshilvanados la corteza el hambre gangrenas deseo plenitud ahogo respiración. Por las noches dormíamos muy juntos. Por las mañanas amanecíamos de la mano. Pasábamos por la tierra y la herrumbre. Teníamos un grito para llamarnos. Decíamos: todo se congela si es
que tú no estás. Decíamos: ven y trae la roca; golpéame, soy tuyo.
de su libro Penínsulas, RIL Editores, 2019.
Paula Ilabaca Núñez (Santiago, 1979) es escritora, editora y docente, Licenciada en Letras y Educación por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Recibió el Premio Pablo Neruda 2015 por su obra poética, el Premio Juegos Florales 2014 por su novela La regla de los nueve y el Premio de la Crítica de Prensa Literaria en Chile 2010 por su libro de poesía La perla suelta.
PADRES / Rocío García Rey /
PADRES
Rocío García Rey
Tecleo para curarme
el miedo por su ausencia.
Hay un reloj que nos dejaron
para medir el tiempo con las
manecillas de nuestra noche memoria.
Tecleo humildemente esta noche.
para visualizarme niña entre sus nombres.
Adicta a sus nombres soy desde mi nacimiento.
Creí que bastaba invocar el grito ahogado después
de su partida.
Creí que bastaría deshacer la luna que me cobijaba
y desgarrar mi piel hasta medir mi sangre.
Pero avanzó el oleaje llamado incomprensión.
El luto también en los poemas.
Padre obrero, sé que tengo tu voz grabada
en una cinta.
Papá y memoria obrera.
Yo niña de cinco años
queriendo impedir tus lágrimas de obrero despedido.
Hay luto en las historias y en las noches
y en los claveles
que huelen a mi infancia.
Mamá adicta a la limpieza.
Lavar la estufa y cocinar el miedo.
No supe abrazar tu miedo, ni tu ansiedad
por ordenar el mundo.
II
Hay un cuerpo que durmió en el vientre del miedo
ahora lanza palabras contra los feminicidios.
Hay un cuerpo que se ahogó en la muerte,
pero hoy destejo una y otra vez su historia.
No me basta el ADN.
Quiero aquel recuerdo inventando para ustedes.
Quiero la noche tranquila para conversar de nuevo.
Luego, madre, volveré a usar el mismo gotero
de clonazepam como aquella noche.
Dormimos como hermanas y no quise alertarte
de los nuevos barcos.
III
Casi es navidad y soy adulta
y aun así necesito columpiarme
en sus nombres.
Exigirles que regresen en mis sueños.
Quisiera ser Tituba para volver a verlos.
Hablaré de ustedes cada día
me aferraré a cada palabra recordada.
Papa, Mamá, miren estoy en la cuerda floja,
pero no caigo porque hay epitafios que sostienen
y hay luces que aun rotas alumbran
su memoria.
OTRAS CARTAS / AT CAS /
OTRAS CARTAS
AT CAS
Tengo una palabra aguda en la epidermis
y su significación acorazada,
indescifrable al tacto y a la vista.
Un ciento de pájaros ciegos
chocando en las paredes
y mi boca es tumba de sus cuerpos.
Tengo un silencio de agua,
lluvia piel adentro,
cautiva y sola,
esclavizada.
Una voz de engrane quebrantada
dominada por la hiedra y su veneno;
la vasta superficie
de testas asomadas en el lodo
es sinónimo de linfa
que separa su volumen de las venas
y abunda su textura
para alcanzar la redención.
Este silencio líquido y larvado,
es una habitación
donde se guarda la palabra
más sutil y vulnerable:
ojo de tormenta,
epicentro del colapso
que transforma la verdad
y la desnuda.
No existe dogma
capaz de definir
todo fenómeno dentro de la psique,
ni figura continente de la luz;
mi soma es una suma
de letargos y mutismos
que hierven y queman
cada vez más dentro.
Int.
Ciudad desierto,
"Otras cartas"
At Cas
Carta a Artaud.
Donde esté tu corazón
estará siempre mi trinchera
Artaud,
no me alcanza el humo en los pulmones
para reflejarme en tu pupila.
Te recuerdo con frecuencia,
escucho tu gravedad
raspando los dientes
uno
contra otro,
doliendo fuerte en cualquiera de tus flancos.
Te he escrito antes,
algo de ti siempre está implícito en la herida
que sana y pare a la siguiente
en la empresa de encontrar el justo instante
en que la locura comenzó.
Silva un espectro de pájaro
seguido muy de cerca por su carne sola
y todo el cielo se comprime
para alienar esa agonía
y conservar entero su recuerdo;
hablaste varias noches con sus días
de este fenómeno evidente
y del hondo impacto en la víscera del hombre.
No entendí entonces,
todavía no es tan claro,
pero esta tierra que lame nuestra huella agradecida,
escupe después otros homúnculos
más lentos y devotos.
Qué serenidad en la altura del nihilismo,
qué forma abstracta
de suturar la erosión de tus pasos en la tierra.
Quiero decir,
tu cuerpo está en pendiente
y yo mismo pendo junto a él,
pero algo de más dentro
sigue atado a lo inmundo
y lo profano,
Quise hablar de ti
con la lengua bífida de un golpe
y todo lo que flota invisible alrededor,
todo eso que existe y no se nombra
me atravesó la carne
y reposó en mi sombra,
entendimos en silencio
el tamaño de la muerte.
Artaud,
no pretendo condonar con esto nuestra hambre,
pero enunciarte en esta carta
abre la voz de la memoria.
Carta a María.
Sobre tu apéndice nacieron otras flores,
levantamos tu muerte en un jardín
y seguimos conteniendo
la respiración.
Cuánto tiempo,
mujer,
nos ha golpeado la máscara y la espalda,
cuánto tiempo.
Te escribo esta carta sobre el aire,
porque todo alrededor
es un campo de batalla
y las superficies huecas
son fosas donde el hombre
ha de arrojar su dignidad.
Nada ha cambiado dentro nuestro,
seguimos llorando a solas,
levantando el polvo
para no acabar mordiéndolo de bruces;
aún no nos salva nadie
y la sangre se nos rompe
cuando gritan las esquirlas
y los humos belicosos en la calle.
María,
si no te hubieras muerto
hace tantos años,
no me hubiera muerto a diario desde entonces;
quise apelar a la palabra de tus santos
antes de enredar la lengua en la violencia.
Un poco de tu rostro ocupa la tormenta
y puedo verte,
toda plata y vaselina
gota a gota
persignándome la frente...
pero es falso.
Antes de decir tu nombre
huyo a otros cuartos,
a otras sombras
para no perderte el paso,
me escondo luego
en medio de los gritos y las balas
que mascan la tierra
y después la carne,
me escondo también
bajo un cadáver
o a su lado;
María,
no puedes imaginarte el duelo
en que tus hijos se alimentan.
Hace tanto ruido fuera de tu cuerpo
que no consigo escuchar tus oraciones,
lejos vibra tu voz
de agua que se estanca y se suicida.
recostada igual que tú,
dormida.
Dentro de tu sangre martillada
tuve que dejar mi última plegaria.
Ahora tengo que volver
y buscar mi propia muerte bajo el lodo
para consagrarme en tu mirada
y estar seguro de que sabes
que jamás dejé de amar tu canto
de pájaro asfixiado.
Carta a Lena
Todo de tu voz sigue en mi memoria,
todo de tu herida
todavía es el origen de mi cuerpo.
Quiero decirte tantas cosas que me rompen,
hablarte de lo alto y lo profundo,
quiero hablar el idioma de la aguja
y el bordado
y zurcir contigo
un fragmento de este imperio
donde debo describirte
como si fueras un secreto.
Pienso en mi otredad llena de infancia,
en las últimas canicas sumergidas en el lodo
y un golpe de hielo se me enjuga en la mirada.
Te aprendí el matiz que doma el sismo,
la voluntad de respirar bajo la muerte.
Te aprendí mi voz
y la modulación dispuesta a la verdad.
Lena,
desde aquí parece haber un mundo a parte.
Hay estos días de temor y de venganza,
infantiles gritos,
de dolores que quedan archivados o pendientes;
no mires esta tierra de ruindad,
no hables con la gente,
Lena,
no des tu nombre
en su empresa de infamia y sobresalto:
el hombre ahora
corre un riesgo construido por el hombre.
Hay días en que quiero echarme en tu regazo y sonreír,
hay días en que quiero despertar bajo tu brazo
y no hacer nada.
Murmura la ciudad
su máxima expresión de libertad
y alguien perece,
cobija el asfalto su cadáver
y otros reencarnados
multiplican el dolor con su metralla...
así nos damos cuenta
de que aún estamos solos,
que no somos suficientes
y esta sangre que me diste
ya no me pertenece.
Todos tenemos miedo,
Lena,
levamos la cabeza
y clavamos nuestra fe en el frente
antes de la devastación,
Y allí,
lleno de lodo o sangre,
- no se sabe bien -
buscamos la libertad
de la que poco hablamos,
porque la creímos nuestra.
Temo también por ti,
por tu cuerpo que anda en medio de la ira sin saberlo,
tu boca abierta que respira el humo de una guerra
que se arrastra por la tierra
y todo enferma.
Te escribo sin saber exactamente qué decirte,
porque todo mi consejo me ha sumido en la ansiedad
y cada palabra que construyo es una mina
en donde alguien pronto morirá...
donde alguien ya ha muerto.
Basta asomar la testa
para intoxicarse de estas formas,
emular a otros héroes
y esperar el golpe en multitud.
Antes de decirte amor,
quiero decir ceniza,
porque debe haber un gesto en tus arrugas
que pueda salvarlo todo
o detonar todas las muertes,
para que podamos descansar.
Lena,
esto que soy
es semejante a uno de tus hijos
y te ama infinito como tal,
pero el frío me tomó desde la sombra
y me enseñó a partir la piel igual que el hierro.
Te veré muy pronto,
o pronto tendrás que verme
y comprenderlo al fin.
Que sepas,
sin mi voz,
lo que llena este desierto,
su silencio cálido y su luz
que todo rompe
y en todo se suspende.
Aquí tienes un colgajo,
pana,
suma de testa y tintas
que me labraron cuando joven
y hoy tiemblan conmigo
cuando la sangre se me ensucia;
Hace falta un dolor de vientre
para recordar el hambre
y la mera contracción:
quizá falte algo pétreo y seco
que friccione su paso en mi epidermis.
Dónde está la otra tierra tibia
que se hunde bajo el mar,
dónde el pueblo
acunado por mi lengua,
Busco una angustia
que pueda definir
para dejar de temer al alarido general
que viene y va,
que hace nido en todas las esquinas de mi seso.
Que sepas lo oscuro
de otra voz que no sea mía,
que me encuentres antes de partir
psique adentro
y cuerpo afuera.
Deconstrucción
Mi cuerpo es la marcha
y su corazón macera el rumbo...
Este índice desmesurado en mi espalda
abre la tierra y arroja a nacer
sin lengua aún
cada palabra de la hondura.
Como fetos moluscos
reptan y respiran los símbolos del mundo
lamen la sal aún intacta
y se levantan igual que sierpe amenazada
a reconocer lo vertido en sus oídos
y creer
o no
que todo está dispuesto.
Carta a Cas.
Parte 1
Quién es éste,
que habla bajo el mundo:
No puede nadie
sino yo
tu largo reflejo y tu pupila;
nada de ti entra en un espejo
y nada de lo tuyo tiene historia.
Hermano mío,
cuánta sangre corre
dentro y fuera de tus venas,
cuánto mártir ha golpeado tu garganta
para delegarse a sí
al imperio del silencio
y la quietud.
Tú y yo fuimos capaces
de legitimar un dolor atemporal
en la frente de los santos
y ungimos el placer
en el vientre de las bestias.
Nada nos deja abandonarnos,
nada nos distiende
y lo sabemos.
Habrá un momento perdido entre nosotros,
algo que podemos traducir
en un recuerdo cárnico y salado:
la náusea que nos quiebra
es la misma que lamemos
para recordar que estamos vivos.
Yo sé bien tu movimiento y tu reflejo,
todo lo que un espejo no conoce
y no debe conocer.
Sé tu párpado infantil,
conmocionado,
libre y sin estigma,
sé tu abismo
y la cantidad de nombres que contiene.
Hermano,
sangre densa,
espacio entre nos...
no puedo construir ahora
todo el eco que hubo en nuestro oído
y hay palabras que debes olvidar
de esos derrumbes
para volver a descubrirnos solos,
enunciando solos
nuestros solos nombres.
At Cas
Carta a Gus.
Ha caído sobre nuestros nombres
toda tu videncia,
ya estamos enfermos y lejos de nosotros.
No nos vemos,
Gus,
nos perdimos.
Arañado el dibujo
en que se vertió nuestra sonrisa,
húmeda la estera
en que guardamos el cansancio.
Hablo de ti
como se habla de la hierba,
quiebro en cada paso tu palabra
que apagaba incendios
y rompía maldiciones.
Quizá quedó pendiente
el último grano de sal en nuestro muro
y la promesa de ser hermanos para siempre.
Esta suerte de navío abandonado
que dejamos al pie de nuestras voces
masca su propio óxido y enferma;
de allí viene el contagio,
Gus,
de otra palabra que era nuestra
y ahora es sarro pegado en la garganta.
Quiero decir que extraño las alturas,
asomar la nariz y oler al pájaro grabado en la ventana,
el café,
el verso,
la noche siempre viva
y el tacto del papel sobre las palmas.
Yo estoy allí,
dentro de un espejo,
entre el humo y el oscuro sepia en los pasillos.
Algo de mi cuerpo no comprende
o no quiere abandonar esas paredes.
Por eso sé,
grande amigo,
que se puede morir de poco en poco
en los sitios en que la psique estuvo viva.
Algo se rompe,
algo hierve dentro de este recipiente roto
y se derrama.
Todo corazón habitante de mi carne
cierra su puerta y se oscurece,
No hay herida que pueda justificar tanta sangre y tanto frío.
Dentro de mí,
quiero decir,
bajo mi piel,
sobre el graso trozo que maquina el movimiento,
laten como larvas y serpientes,
mis palabras y los gestos
que sucumben y enaltecen el temor ante lo oscuro
y su golpe piedra poro
donde dios comprime su rabia y su tristeza.
No hay nadie aquí,
aquí dentro nada existe sino espejos,
justo cuerpo
justa sangre en un espejo.
He dicho que uno de estos que me cargan,
tiembla igual que yo
dentro del espejo
que repite su figura
y se oscurece.
Escribo para salvar mi vida y nadie sabe
en dónde empiezo
y donde acaba el rastro de mi muerte.
"¡Maldito el que crea que esto es un poema!"
J.S
He roto la sombra y la pared con un nudillo,
para buscar mi nombre o mi silueta entre lo oscuro,
masqué la raíz del hierro
y tragué la hiedra que nace entre las grietas del asfalto
para hallar alguna fibra que sostenga mi caída.
Quiero decir
qué látigo de mierda y qué fastidio,
qué hueco en la pared será mi tumba,
qué sonrisa espera mi tacto de piedra entre la escarcha.
Solo espero descubrir
el lenguaje reprimido de los muertos
y enunciar frente a ellos mi llegada.