En la garganta del insomnio
El libro "En la garganta del insomnio" escrito por Alejandro Martínez Lira es un viaje hacia el interior de la conciencia como un bisturí que abre la piel y nos ínsita a ver una dimensión que apenas percibimos pero que siempre han estado allí. El insomnio como trastorno del sueño lleva al poeta a tragar la oscuridad necesaria para exorcizar sus demonios.
No hay consideración al desmantelar sus emociones como quien rompe un muñeco de trapo. Muestra su decepción y su poca empatía con su entorno y sus nostalgias arraigadas .
En la perdida de lo amado desentraña imágenes que nos muestra la vulnerabilidad del poema como una herida a carne viva. Podemos sentir el temblor de aquello que se añora pero; que no volverá. Este poemario es un nudo de sabias subterráneas que nos sumergen hasta el fondo de una crisis poética donde el verdadero móvil se esconde en la garganta: grito que no se puede ahorcar como supone el poeta pues es un silencio a voces.
No hay duda querido lector si usted gusta de los pasajes de desolación, de la catarsis de un alma desencantada; del claro oscuro sabor de noches interminables junto al desamparo y la contemplación nostálgica. No hay mejor lugar que el insomnio de Alejandro Martínez Lira. Un poemario alejado del vano follaje que solo sirve para rellenar el cuerpo externo de la vida. El poeta no se conforma con la mascara de su propio YO sino que le hunde la daga y lo desenmascara : Nadie merece dormir; el insomnio es la noche perpetua de una poesía que no encuentra paz.
La Piraña
Recojo el silencio de las hojas caídas:
Mi silencio,
el que no puede ahorcarse
en el grito; el que reposa
siendo humo, o muerte aprisionada; este ser
que robo de la frente al aire;
y que a pesar de todo, es mi único bautizo
que se arrastra en la arena de mi sombra,
quizá cuerpo, alma de mi nombre,
quizá nada: o bruma. Una broma de la muerte.
Mi voz es nuevamente un vacío
Con el que me llamo y también respondo,
soledad, sin destino, con mi nombre,
la soledad; escombros.
Mi voz es la nada,
una flor que muere, ya seca,
casi polvo, ya muerte,
(tanta muerte sin oído)
Una sed que quema
Estos labios rotos.
Palabra tan seca, mi voz, sin labios, tuyos
o míos, es agua asentada,
es ya sombra, niño muerto
cercano, tibio todavía,
luna callada
tibio de beso fresco, muerte,
ocaso; mi voz, un viejo trapo de mortaja.
Están las calles de la ciudad
Están las calles de la ciudad
como ángeles de piedra que se asoman por el crepúsculo;
arcaísmos de cielo en las esquinas; dagas
de la siempre noche por el silencio.
Se enredan mis manos(mutuamente, mis dedos)
están vacías,(y tan rotos) ;
y con alas de intima tierra, la noche
hunde en ellos, raíces de abismos.
La calle con su gentío de fin de semana,
con su diccionario de luna
y de cuerpos, con la muerte en procesión de estrellas
se borra palabra a palabra de mis labios,
de atea sequedad, de sueño solo y fallido.
Intruso, en fin, en el esquema exacto de las miradas
a paso de sombra voy extranjero
con el interior en jirones fríos,
Y tristeza.