Elementos filtrados por fecha: Diciembre 2019
Doble Vida de Víctor Hugo Díaz por / Gonzalo Muñoz /

Destino: La Tierra
Propósito: Apoderarse de ella.
David Vincent los ha visto. Para él todo empezó una noche en un camino
nada se movió entre los escombros mansos de la boca
Fuente: Revista Número Quebrado N°2, 1990.
http://www.letras.mysite.com/vhd060404.htm
Doble vida, Víctor Hugo Díaz
(Primera edición, Venus Negra, Chile, 1989 –Tercera edición, Cisnegro, CDMX, 2019)
Por Gonzalo Muñoz
Me he propuesto abordar el comentario del poema Doble Vida de Víctor Hugo Díaz desde un ángulo preciso y compartimentado, haciendo foco sobre ciertas particularidades de su construcción, como conjunto de poemas, que me parecen extremadamente activas en el efecto total del libro. Por lo tanto quiero comenzar por indicar el nivel de mi lectura, estableciendo sus limitaciones como condición de su efectividad. Me interesa lo particular del texto: aquello que sólo salta a la vista en una travesía atenta y transversal por sus páginas; aquello que -oculto entre los pliegues del libro- afecta directamente al ritmo, al encadenamiento y a su arquitectura de sentido. |
Poemas de Doble vida
PARANOIA DE DAVID VINCENT
-Supongo que en la vida real sucede lo mismo no te parece-
- debe creerme inspector
ellos arrancan nuestras carnes derramándonos
se aparecen tras el gentío con sus naves de luto
tras ese ruido que somos por las cunetas
rumbo al gran desagüe -
El silencio de esos ojos
desde que el receptor ardió iluminando las cuencas
desde el primer día
Un sueño caído sobre el piso
Pupilas frías y dilatadas en la superficie del espejo
Mientras esperábamos en aquella habitación cerrada
pensando en lo que vendría.
- inspector, debería haberle visto parado
con su equipaje de bestia y recetarios de cocina
entre la ropa interior -
(como si el asfalto no anunciara a lo lejos
al ángel que habita fuego y penas
el que vio de sí -viéndose- su sangre
en púrpura vestido)
De allí que el vestuario Los dibujos craneanos
Esta lengua seca de mortaja prematura
Hablando el que despierta sin saber dónde está
Depredado semi-lúcido semi-ungular
Escupiendo de vez en cuando
hasta que el día ennegrezca
a mitad de un cigarrillo.
NADA RETIENEN LOS OJOS PARA SIEMPRE
Un cuerpo femenino baja en tacos los peldaños
Hematomas hermosos le coronan muslo
sin medias la carne blanca.
Desde su lugar Vincent la contempla
- lo primero es imaginarla desnuda
dibujando poses -
reviviendo leyendas de peste
una noche
donde no es posible dormir.
MONOLOGO III
-soñé la desnudez de Eugenia de Franval
ella desovó una estela de cabellera infantil
hacia el vacío dejado por los autos
Allí por ser lugar inhabitable;
una mano de pintura barata
telón de fondo a la neurosis
masticando entre las piernas el ácido
lo enrarecido de los barrios
figuras de primer plano animado
al ritmo aciago de lo que concluye
Si no pregunte a los muertos
y a los muertos sobre muertos
pero si los muertos no hablan
yo David Vincent o cual sea el nombre
capaz de sustentar a sangre fría ciertas cosas
que suelen conducir a la locura
Un caudal de rostros
el accidentado que aguarda su turno en la berma
después del goce.
PAGAN ROME o el afiche a la entrada de un cine
II
Pagan Rome poseía colinas
Desde arriba la ciudad le parecía un gran juego de videos
que la noche hace emerger.
Allí fuimos exhibidos ellos
todos como una redada ante sus ojos
Bebíamos de los pequeños pechos
manados de los muros que por estos sitios
Una breve postal un destello
Altivas crestas de edificios
que los últimos celajes lamen.
Pagan Rome Chile Night Club
El cuadrilátero y la llanura donde descansamos la cabeza
El sueño de Calígula la noche anterior a su asesinato
Cuando creyó ser uno de nosotros
y bailó desnudo. sin decir palabra.
ÁRBOL DE NAVIDAD
En un rincón de la escena
el árbol navideño se desgaja
Ya nadie lo mira y sonríe
El árbol de navidad se yergue la primera palabra
en medio del paisaje
Todos pasan cual ruidos nocturnos
asolando el territorio
Afuera crece la calle
una cañería entrecortada en cuyas esquinas
se puede imaginar el viento que nos arrastra
Aquí la gente camina con algún rumbo
Una vieja loca recorre las veredas
no provoca risa ni viste de negro
pero es la misma de Yonge Street*
Pasa largas horas bajo el árbol de navidad
hasta ser los únicos en aquella vasta desnudez.
* La risa abunda en la boca de los jóvenes. E. Lihn
MUERTE PASIONAL
La gota de sangre lucha por trazar un hilo
sobre la boca accidentada.
A paso seguro el voyeur excita el tacto;
con los años se recordará esta hora felina
el cigarrillo opaco entre los dedos.
El cuerpo deshojado yace en la obscuridad del parque
La negra cabellera cubriendo la herida
Clavada al hígado la cólera feroz.
PABELLON F
Los enfermeros nos alejaban del frío de la muerte
Espalda contra los muros de brazos cruzados
semejando estatuas de sal.
Una pared de libros en blanco divide la sala
La pelota de ping-pong da golpes en la mesa
(sonoros golpes reales)
Más allá unos ojos
huesos endurecidos por la espera
miran sin ver a nadie
en patios amurallados
El humo protagonista donde congregarnos
bajo el sol que sorna
La mitad de su cuerpo ramera pintarrajeada
travesti de sí mismo hecho carne
donde nos erguimos una y otra vez
-ustedes quemaron mi rostro en la televisión-
Y aquellas cuencas alucinaban lejos
en el cuadrilátero inmóvil del día.
ESCRITO EN BAJO-NIVEL
Un cuerpo femenino baja en tacos los peldaños
blandiéndose hermoso y de doble filo
Con la fuerza que se arroja al enemigo
a las ruedas de un auto
Ángel pálido y mortal
La boca cargada con carne de extraños.
LA IRREALIDAD DE LOS PARQUES
Al salir cerró la puerta
y enfiló hacia el parque
La luna llena despertaba ladridos
Un manto verde anegado de luz fría
hacía crepitar sus pasos;
pero si no se la cree uno quién –pensaba-
si todo cicatriza como en la pornografía
Porque algo parpadea y abre distinto
Ya nada por decir
Otra foto condenada a los archivos.
(Se alejó en silencio inspector;
eran otros los árboles en aquella irrealidad)
Día del Escritor en Matamoros 2019. Adán Echeverría.
Día del Escritor en Matamoros 2019.
Adán Echeverría.
Este 20 de diciembre de 2019 celebramos en Matamoros, por segunda ocasión, el Día del Escritor. Celebración que aprendí a realizar todos los 20 de diciembre desde el año 2001, año en que apareciera mi primer poemario El ropero del suicida. Ese año los compañeros del Centro Yucateco de Escritores, A.C., en la ciudad de Mérida, de donde soy originario, me invitaron por vez primera a celebrarlo. Este ha sido mi Día del Escritor número 19, 14 veces lo celebré en Mérida, 1 vez en Morelia, 2 veces en Ensenada, y por segunda ocasión en Matamoros, Tamaulipas, a donde llegué a vivir en julio del año 2018.
Este año celebré la aparición de mi cuadernillo “Ciudad Abierta”, y compartí la celebración con Félix Martínez que este año sacara su primer libro “360 grados”; además José Rodolfo Espinoza celebró la aparición de su libro de cuentos “Para destruir el final”, además de la obtención de la beca del PECDA Tamaulipas. En esta ocasión nos acompañaron, además de mi esposa Larissa Calderón que siempre me acompaña, mi hijo Dante Andrés, José Rodolfo Espinosa Silva, Ronnie Camacho Barrón, Saúl Rodríguez Guerrero, Jorge Luis Caballero, Rosalba González Silguero, Arturo Martínez, Daniel Barrera Blake, Francisco Madrigal, Ruth Martínez Meraz, Félix Martínez, María Guadalupe Olvera Zavala, María Bárbara Compeán Escobar, Elizabeth Martínez Compeán, Édgar A. Rivera y Martín Hernández Torres.
La reunión para celebrar el Oficio de Escribir se llevó a cabo en el Café Librería Horus, que durante el año ha sido recipiendaria de Talleres Literarios, charlas de literatura, presentaciones de libros, y ha reunido a compañeros escritores y lectores de al menos los cuatro diferentes talleres de literatura de la ciudad, así como de promotores de lectura.
Para iniciar la reunión les hablé de Elvia Rodríguez Cirerol, la persona que ha comenzado esta celebración en Mérida en la mitad de la década de los 90s del siglo pasado. La amistad, el deseo de promover la lectura y la escritura, y de reconocer a sus compañeros de letras, la llevaron a invitar a su casa a los creadores de la ciudad de Mérida. La tradición ha continuado en su memoria, y a mi me ha tocado extenderla a los lugares donde me ha tocado vivir.
El Día del Escritor celebramos el oficio de escribir, el escribir como nuestra segunda profesión. Ésa que nos quita el sueño, nos hace levantarnos de la cama para continuar con la idea que lleva todo el día dándonos vueltas en la cabeza. Porque es justo cuando tienes que levantarte de madrugada, cuando necesitas arrancarle tiempo al trabajo, cuando rehúyes la compañía de las personas para tener esos momentos para ti y la hoja blanca, cuando te descubres escritor. Cuando te das cuenta de que las letras forman parte de tu vida. Pasan de los libros en tus lecturas a ocupar tu mente, pasan de las historias que lees, alguien te cuenta, o experiencias que vas viviendo en el día a día, y como piden salir, brincar hacia la hoja en blanco, en donde habitarán por siempre.
Porque escribir es un acto noble, es un acto que puede enloquecerte en la vanidad y el ego, o puede hacerte compartir con los demás todo aquello que tienes que decir, que te ahoga por dentro, y necesitas contar como cuento, poema, novela, minificción, ensayo, comentario crítico y más.
Gracias, compañeros, por hacer de este Día del Escritor en Matamoros, el momento tan agradable que ha sido. Empecemos ahora otro año de escrituras y lecturas. De muchas lecturas. ¡Feliz 20 de diciembre! ¡Feliz Día del Escritor!
De la quema de brujas a la quema de libros. / Adán Echeverría. /
De la quema de brujas a la quema de libros.
Adán Echeverría.
“Yo nunca me equivoco en mis actos,
pasa que no tienes la capacidad de entenderlos.
Todos los libros nos dejan algo, incluso el decir: “¡Qué libro tan malo, jamás vuelvo a leer a este autor!” Y en esta diversidad lectora es en donde ponen sus cimientos las ferias del libro, las bibliotecas, las librerías, la historia del libro, y el poder de la lectura.
Volver a ver a jóvenes mexicanos quemar libros, en esta ocasión afuera de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Jalisco, es de una total pena. ¿Qué pobre educación permea sobre las personas que presentan su odio sobre los objetos? Ya alguna vez Beatriz Preciado había dicho: “Todo lo que causa placer es un dildo, incluso el pene”. Y desde esa objetualización del placer sexual es cuando se da por terminado el Falocentrismo. Nos hace falta leer tanto.
Quemar un libro habla de Censura. La Censura es un signo de violencia. La violencia es lo que las sociedades buscamos erradicar del imaginario colectivo, de la educación de los niños y de los jóvenes. No podemos seguir pensando en la necesidad de resarcir todo el daño que se ha causado a la mujer, a los homosexuales, a los migrantes, a los pueblos originarios, cargando la violencia como estandarte, porque nos convertimos justo en aquello que nos ha causado tanto daño.
La quema de libros es algo que no podemos permitirnos como sociedad. Ellas queman libros que hablan de “Como curar la homosexualidad”. Un tema tan estúpido. En qué te convierte pelear con un estúpido.
Ya en 1564, la iglesia católica publicó el “Index librorum prohibitorum” que, en español se refiera al “Índice de libros prohibidos”: una lista de aquellas publicaciones que la Iglesia católica catalogó como libros perniciosos para la fe y que los católicos no estaban autorizados a leer. ¡En 1564!, hace apenas un poco más de cuatro siglos. En una época en que la Santa Inquisición torturaba y mataba mujeres acusándolas de brujas, gracias al manual conocido como: “Malleus Maleficarum”, escrito por los monjes Kramer y Sprenger; y de pronto, hoy volvemos a esas épocas, al tiempo en que lo que no nos gusta hay que quemarlo. ¿Acaso no podemos darnos cuenta, que los que se sienten afectados van a reaccionar en nuestra contra? ¿Acaso creemos que aquel que consideramos El Monstruo, se va a poner a llorar por nuestras marchas y cantos, y dejará de hacer maldades? Estamos nalgueando al toro, en marabunta, en jauría, esperando vencerlo por la fuerza, pero el toro ante el acecho igual reaccionará.
¿Qué se ha logrado con el simbolismo de la quema de esos libros? ¿El autor de aquellos libros lo entendió y sacará sus libros del mercado?
Los que están contra de quienes quemaron el libro, y jamás hubieran leído tales conceptos, ahora irán a leer ese libro. Triste sería que, por este acto, las ventas de aquel libro, cuyo tema es “Curar la homesexualidad”, aumentara, porque ahora muchos corran a comprarlo, y el libro comience a tener un número tal de ventas que ni el autor ni los editores hubieran esperado. Ergo, el autor escribirá más y más textos sobre lo mismo.
Los libros no son más que un mercado también. La sana crítica lectora pudo hacer que aquellos libros se quedaran en el olvido.
En una época del fácil acceso a cualquier tipo de tema en el internet, en verdad creemos que la quema de libros ¿cambiará el concepto de quienes creen en dichos temas? La censura es un arma de doble filo. Cada vez que yo Censuro al Otro, siento las bases para que un día, las autoridades de un pueblo tengan las herramientas para censurarnos a nosotros. Tienes que pensar que Tú eres el Otro para los demás. Y los demás un día podrán censurarte a ti.
Apréndete este Mantra: “Podré no estar de acuerdo con tu forma de pensar y lo que dices o escribes; pero defenderé hasta la muerte tu derecho a pensarlo, decirlo y escribirlo”.
Lux / José Miguel Lecumberri /
Lux
José Miguel Lecumberri
Cancina el jade de los años
El corrupto Ángel diluvia
De sí musgo
Arcos de alianzas rotas
Yacen en tu respiración
Lóbregos arquitectos de las sombras
Un pirul arrasado por la tormenta
Aguijones de granito
Costillas de Prometeo
Sangre de una bestia mineral
Sangre que el fuego recuerda al diluirse en los rostros
Llaga que hiende el espíritu de un cedro
Cíclope recuerdo
Endrina
Seta mis labios en tu vientre
Cría el sol tus senos
Jaguares en la noche de los lienzos
Tu corazón polígono que nieva
Cerezo con vocación de arteria
Negro diamante fumaba mi lengua
Negro demonio
Careta de cisne tu espalda
Áureo rosetón custodian tus glúteos
Fugaz como Amazonia la respiración
Ofídea acariciada entrepierna
Tacto de algodón la nuca
Las tejas ronroneo
Tu voz caleidoscopio
Febril guijarro lame tu espinazo
Nácar el gemido
Perla acuifera
Fulgor que tu piel bautiza.
Mi voz es nuevamente un vacío / Alejandro Martínez Lira /
Mi voz es
nuevamente un vacío
Alejandro Martínez Lira
Con el que me llamo y también respondo,
soledad, sin destino, con mi nombre,
la soledad; escombros.
Mi voz es la nada,
una flor que muere, ya seca,
casi polvo, ya muerte
- tanta muerte sin oído-
una sed que quema
estos labios rotos.
Palabra tan seca, mi voz, sin labios,
tuyos
o míos, es agua asentada,
es ya sombra, niño muerto,
cercano, tibio todavía,
luna callada,
tibio de beso fresco, muerte,
ocaso: mi voz:
un viejo trapo de mortaja.
Me pierdo en la garganta del insomnio
Me pierdo entre la garganta del insomnio
en la noche que levanta siglos. Mi temor
de cuerpo dividido en sombras;
los muros, mi voz: los cristales.
Mi descuido de no saber lo que pasa.
Sólo entiendo tus labios, desnudos, concretos
sobre la insalvable isla de los míos;
sólo entiendo tu carne, tus manos, la noche
todo lo que salva a mi muerte
de morir fuera, distante,
afuera de todas las fronteras de tu carne.
Se derrumba mi cuerpo sobre la noche;
mi insomnio se sabe en otros ojos, otra boca.
No hay nombres, idiomas, alfabetos,
y lo que no es tiempo es conjuro,
es mundo; entiendo, son labios:
todo lo que salva a mi muerte
de morir fuera, distante, muy afuera
de todas las fronteras de tu carne.
En el principio fue miqhvaar / Daniel Verón /
En el principio fue miqhvaar
Daniel Verón
La nave proyectó un haz de luz y segundos después la figura humana se materializó cerca de una inmensa estructura. Era de noche aquel hombre miró a su alrededor. A un costado había una gran catarata, pero no de agua u otros líquidos, sino de imágenes de distintos mundos, que se sucedían unos a otros. En torno suyo el suelo parecía metálico y, en lo alto, había una danza de lunas artificiales girando en torno a Sede-1, tal el nombre dado a aquel planeta igualmente artificial.
Delante suyo, había un pasillo de luces de colores por donde avanzaban dos majestades con aspecto tan humano como él, con sus clásicos ropajes que los identificaba con la Federación. Lo saludaron cortésmente y lo llevaron de nuevo por el pasillo al interior del inmenso edificio. A su alrededor se escuchaba suavemente una extraña música. Las luces y sombras se sucedían unas a otras. Por fin, se detuvieron los tres y casi casualmente apareció por un costado otra figura más, de aspecto imponente.
Sin poder evitarlo, nuestro visitante habló primero y dijo:
- ¿El supremo Ultra-Divinis Janus Miqhvaar, supongo?
Este lo miró un momento como analizándolo y dijo:
- Y usted es el Mega-Tempus Ziddor Varer, ¿no es cierto?
A lo que Varer se inclinó saludándolo al modo de la Federación. En medio del protocolo, Miqhvaar lo interrumpió diciendo:
- Puede decirme Almirante simplemente.
Tras lo cual hizo un gesto para que los dejaran solos.
- Estaba informado que usted vendría, así que no me sorprende.
A lo que Varer con cierta sorpresa replicó:
- Entonces debe saber que hay simplemente un explorador del tiempo y que hace mucho deseaba verle personalmente.
- Bien, no es usted el primero, en tanto tiempo hay muchos que han venido a verme. La mayoría de los Pantocratores y Ultra-Divinis, los embajadores de Sagitario y los Supremos de Super-Cúmulos y varios más.
Varer y Miqhvaar se sentaron y, al instante, se abrieron unas ventanas permitiendo la observación del cielo estrellado como si estuvieran en algún mirador.
- Es fantástico – murmuró Varer.
- Cuando mandé construir este mundo quise que fuera en base a mis gustos personales – dijo Miqhvaar orgulloso.
- ¿Y por qué en el sistema de Centauro?
- Eso es fácil de suponer, mi amigo. Es porque en Centauro comenzó realmente la Federación. Y no quise utilizar ninguno de sus mundos porque si hay algo que me fascina aún, luego de tanto tiempo, es esto: las estrellas...
Ambos personajes se contaron algunas cosas más. Incluso Varer contó de su mundo y de todo lo que él sintió al convertirse en un explorador del tiempo, asomarse a la cuarta dimensión que es el tiempo, estaba lleno de sorpresas, de extrañezas, en donde no siempre las cosas eran como uno suponía, el tiempo era como una nave en continuo movimiento. El tiempo...
Pero aquí esta noche, el personaje era Miqhvaar, al que Varer deseaba consultar puntualmente algunas cosas.
- Almirante, aunque es un tema que ya lo hemos estudiado otras veces, ¿qué tenía en mente al crear la Federación?
El Almirante sorbió un trago de un refresco que se les había dado y, mirando a las estrellas, dijo:
- En aquel tiempo ya teníamos la certeza de que existían otras razas en la Vía Láctea. Así que mi idea fue la de unificar a todas las razas humanas y explorar la Galaxia para descubrir otros como nosotros y así “enfrentar” a los no humanos que resultaron ser una cantidad más o menos igual.
Varer meditó un momento y preguntó:
- ¿Por qué unificar? ¿Es que no estaban unidos?
- Recuerde que en ese tiempo existían los hombres solares, los eridanos, los crespenses, los denebianos y aún los primitivos géniros que habíamos descubierto nosotros.
Como quien en una videoteca, Varer dijo:
- Quisiera oír de usted mismo, ¿qué era en ese tiempo el Hombre-Solar?
- El Hombre-Solar era todo lo proveniente de la Tierra, la Luna, Marte y los mundos helados, en donde se estaban formando repúblicas y hasta reinos locales. Y también eran los colonos de los mundos de Alfa Centauro. Y todos estos coexistían con los demás humanos que no provenían de la Tierra o del Sol.
- ¿Alguna vez se creyó que podía haber razas no-humanas más importantes que la nuestra?
- Sí, claro que sí. Es por eso mismo que decidí crear la Federación.
- Más allá de que nosotros pertenecemos al Modelo Humano (el M.H.), ¿por qué ese interés en destacarlo a nivel galáctico?
- Mire, ahí hay algo importante que debe quedar claro en todos. El M.H. surgió en Altair cuando la Vía Láctea tenía unos pocos millones de años (M.A). Ellos fueron los primeros humanos que hubo, cuando la Galaxia era muy diferente y aún el Cosmos poseía condiciones que ya no tuvo después. Si quiere llamarlo así, el M.H. fue un experimento de la naturaleza.
- Un experimento de la naturaleza –meditó Varer– ¿Usted piensa que luego la Vía Láctea no produjo otros humanos?
- Seguramente que sí, pero nuestra semilla fue la primera. El interés en que perdure es que luego la Vía Láctea cambió y sigue cambiando. Las razas surgidas ahora ya no son como aquella.
Varer estuvo en silencio unos momentos y luego reflexionó_
- Lo notable es que los mismos altairenses no sobrevivieron para verlo.
- Pero dejaron sus hijos, por así decirlo, o sea nosotros, y la Federación es quien lleva la antorcha del Modelo Humano.
- Eso significaba la antorcha, entonces –dijo Varer entendiendo.
- Ese fue uno de los primeros símbolos de la Federación –completó Miqhvaar–. Los primeros kosmokratores la mostraban cada vez que llegaban a una nueva galaxia.
- Almirante –dijo Varer luego de unos momentos– sin embargo la Federación siempre incluyó a todo tipo de razas, como los no-humanos y semi-humanos.
- Bien, primeramente fue natural que otros nos vieran más desarrollados a nosotros o un grupo invadiendo a otro grupo, así que aceptaban integrarse a la Federación. Además, de esa manera se evitaba caer en el “síndrome rerum”.
Varer puso un gesto de extrañeza y dijo:
- ¿Qué fue eso?
- El motivo por el cual desaparecieron los altairenses –le recordó Miqhvaar.
- Creo que este es un punto que no es bien conocido –reconoció el Mega-Tempus.
- Los altairenses estaban muy adelantados en lo científico y por eso practicaron los viajes espaciales. Sin embargo, ellos nunca fueron muchos. No sucedió como con el Hombre Solar (H.S.) que, si la población de la Tierra hubiese muerto, ya había colonias permanentes de humanos en casi todo el Sistema Solar.
Varer lo miraba como fascinado, imaginando la situación.
- Se cree que un virus contraído en algún lugar los fueron diezmando de a poco –continuó Miqhvaar– y que los colonos de un lugar, librados a su suerte, ya no podían ayudar a otros.
- Creo que ahí tengo un objetivo para mi próxima exploración.
- Además, hay que tener en cuenta otra cosa. Imagine cómo era el Cosmos primitivo, la Galaxia primitiva. En la Vía Láctea había muchas nubes proto-planetarias pero pocas estrellas desarrolladas. El Sol era de esas. Fue allí que surgieron planetas capaces de desarrollar el Modelo Humano.
- ¿El M.H. es, entonces, una forma de vida más desarrollada que otras?
- Es más desarrollada que las semi-humanas, y, entre las no-humanas existen muchas variantes que, según el caso, pueden ser mejores que nosotros.
- ¿Y qué me dice de otros modelos humanos que también subsistieron, aparte del H.S.?
- Cronológicamente son posteriores al H.S. en varios ciento de millones de años.
Permanecieron unos segundos en silencio hasta que Varer dijo:
- ¿Sabe una cosa? Oyéndolo a usted parecería que la naturaleza experimentó con el H.S. y que el Modelo Humano ha ido evolucionando. Los eridanos y algunos otros no necesitaron tanto tiempo como el H.S. para adelantar en conocimientos.
- Bueno, ahí está una de las grandes causas de todo lo que venimos hablando. Y es que la Galaxia evoluciona. No es lo mismo que era antes ni es ahora lo que será después.
- Algo de eso es lo que he visto en mis viajes. El supremo Garyker fue el primero en comprobarlo.
- Y usted sabe –replicó Miqhvaar– que distintos exploradores de los Poli-Cosmos y de los Neo-Universos han comprobado la evolución de las galaxias en general y del Universo total (U.T.).
- ¿Entonces?
- Esto nos llevaría a que el U.T. está en permanente evolución, igual que el primer ser vivo.
- ¿Auto creado o no?
- Todavía es algo por descubrir porque las distintas conciencias galácticas que hemos descubierto desde los viajes del supremo Gedeón Solar, a su vez derivan de otras y así indefinidamente. O sea que, aparte de la materia, el U.T. está lleno de entes cósmicos que no dirigen los sucesos sino que también evolucionan.
- O sea que no puede haber un único Dios.
- Yo creo que sí lo hay. Lo difícil será explicar a su vez cómo surgió. Mire –dijo Miqhvaar mirándolo fijamente–, si yo estuviera en su lugar, más que explorar en el lejano futuro en donde uno se sumerge en ese mar de Poli-Cosmos, me dirigiría más bien a los primeros tiempos de la Galaxia, cuando esta, el Super-Cúmulo y el Cosmos aún no estaban tan desarrollados. Creo que allí hay más cosas por explorar todavía.
Aquellas palabras pegaron fuerte en Varer. Se quedó sin decir nada, mirando fijamente en la pantalla las estrellas que parecían llamarlo.
- Allí usted tendrá la posibilidad de ver el surgimiento de muchas cosas –insistió Miqhvaar.
Miqhvaar se incorporó, destacándose su imponente figura y se acercó a la pantalla.
- Este mirador estelar no es algo casual –dijo–. Mire. Según la visión de los astros a veces puede verse el Sol y hasta algunos de sus planetas. Otras se ve claramente Alfa Centauro y sus acompañantes. Pero en otras ocasiones puede distinguirse 61 Cisne, Tau Ballena, Epsilon Indio, o aún Altair y Epsilon Eridano con algunos de sus planetas. Todo depende de la posición. Y más allá, en la profundidad estelar, usted sabe que hay más, mucho más. Pero lo que está claro es que siempre hay una frontera por traspasar, siempre hay algo nuevo por descubrir.
Al ponerse frente a él nuevamente, Varer hizo una reverencia y, levantando la mano al estilo de la Federación, respondió:
- Lo he entendido perfectamente, Almirante.
La entrevista había finalizado. Era el final, era el principio.
Jacques Vincent, « LITERATURA DE ESTACIONES » Traducción de Marceau Vasseur y Miguel Ángel Real
Jacques Vincent, « LITERATURA DE ESTACIONES »
Traducción de Marceau Vasseur y Miguel Ángel Real
Ella me dice bromeando: tú tienes miedo de sedentarizarte y yo soñaba que me iba de viaje dejando mi morada a cielo abierto.
El agua de las lágrimas recogidas con paciencia se derrama sobre un andén. Un altavoz anuncia: retraso prolongado, sin precisar la duración. La suerte está echada y surgen las líneas de un texto tan esencial que desaparece enseguida. En la sala de los pasos perdidos el altavoz profetiza mientras un relojero se olvida de la hora y se duerme sin poder recomponer los pedazos.
Yo la miro alejarse y sigo esperando, pero ella no se da la vuelta y deja su lugar a la escritura.
Dicen que los cielos de Noruega son aún mayores que los de la Puerta de Montreuil. Mientras entro con alivio en un pliegue del tiempo entre Burdeos y Le Mans, Vladivostok y Los Ángeles, Gdansk y Seattle, se ofrecen los refugios en donde podría escribir el libro ideal. Tal vez hubiera debido afeitarme, hacerme más presentable, no para las cámaras de seguridad sino para mostrarme digno de los árboles, de los océanos de donde vengo, de la página que me acoge y de la que ignoro todo.
En la conversación, alguien declara que no le gusta la gente que da rodeos de manera indigna en torno a sus deseos, aquéllas y aquéllos que evitan las miradas de sus miedos, y luego añade como una confidencia: la cuestión espera en el interior de una casa que guarda abiertas las puertas de sus habitaciones para que nos refugiemos hasta que nos hayamos inventado.
La ausencia ya ha sido anunciada en el andén A, donde los castaños comienzan a oscurecer. Es el fin del verano. Apunto en mi libreta que entre ayer y hoy no hay más que el espesor de una hoja.
Tan cerca de estar lejos en el desfile de las letras de los paneles anunciadores cuya combinación nos designará en breve, ¡huyamos, amor mío, hacia lo que no esperamos! En este tren ebrio encallado en la orilla de un río nunca tendremos una suerte semejante. La corriente que nos enlaza ha separado el vagón de los raíles inmóviles y nos arrastra hacia otras vidas.
En la estación desierta, con el hocico pegado al tope de un andén de llegada, una locomotora resopla. Como para tranquilizarla, tiendo mi mano sobre su flanco caliente mientras que, bajo nubes moradas que se estiran, otros trenes confían los relatos de sus fugas a los pasajeros adormecidos.
Unos días antes de un viaje, recorro distraído los estantes de mi biblioteca en busca del libro que satisfaga por completo mi deseo de lector. La obra abierta en cualquier página se leería en un orden cualquiera, con cada lectura despertando un nuevo sentido. El diálogo de las palabras haría aparecer una carne. Habría también dibujos cuya presencia viva sería lo bastante familiar para tranquilizarme y lo bastante extraña para tensar mi deseo. Aún lo espero, a pesar de mis años.
¡Oh Diablo, sepárame, divídeme en mil viajeros esparcidos por los andenes de destinos nunca anunciados, fragméntame en miles de palabras! Tras su rigidez, nada teme tanto el futuro liso como nuestros porvenires.
La espera tiene sus pasadizos secretos, sus inmediateces que abren otras lejanías donde no nos esperamos; las palabras, esas intrusas, los recorren a veces para liberarse.
(Texto publicado en francés en 2015, en la revista Dissonances).
LITTÉRATURE DE GARES
Elle me dit en plaisantant: tu as peur de te sédentariser et je rêvai que je partais en
voyage en laissant ma demeure à ciel ouvert.
L'eau des larmes recueillies avec patience se renverse sur un quai. Un hautparleur
annonce: retard prolongé, sans précision de durée. Les dés sont jetés et
surgissent les lignes d'un texte si essentiel qu'il disparaît aussitôt. Dans la salle des
pas-perdus le haut-parleur prophétise pendant qu'un horloger oublie l'heure et
s'endort sans recoller les morceaux.
Je la regarde s'éloigner en espérant encore mais elle ne se retourne pas et
laisse la place à l'écriture.
On dit les ciels de Norvège plus grands encore que ceux de la Porte de
Montreuil. Alors que j'entre avec soulagement dans un repli du temps entre
Bordeaux et Le Mans, Vladivostok et Los Angeles, Gdansk et Seattle, s'offrent les
gîtes d'où je pourrais écrire le livre idéal. J'aurais peut-être dû me raser, me rendre
plus convenable, non pour la vidéo-surveillance mais pour me montrer digne des
arbres, des océans d'où je viens, de la page qui m'accueille et dont j'ignore tout.
Dans la conversation, quelqu'un déclare ne pas aimer les gens qui tournent
indignement autour de leurs désirs, celles et ceux qui évitent les regards de leurs
peurs, puis il ajoute en confidence: la question attend à l'intérieur d'une maison qui
garde ouvertes les portes de ses chambres pour qu'on s'y réfugie le temps de
s'inventer.
L'absence est déjà annoncée sur le quai A où les marronniers commencent à
brunir. C'est la fin de l'été. Je note dans mon carnet qu'entre hier et aujourd'hui, il
n'y a que l'épaisseur d'une feuille.
Si près d'être ailleurs dans le défilement des lettres des panneaux annonceurs
dont la combinaison nous désignera bientôt, fuyons, mon amour, vers ce que nous
n'attendons pas! Dans ce train ivre échoué sur la berge d'un fleuve jamais ne
retrouverons pareille aubaine. Le courant qui nous enlace a détaché le wagon des
rails immobiles et nous entraîne vers nos autres vies.
Dans la gare désertée, mufle collé au butoir d'un quai d'arrivée, une motrice
souffle. Comme pour la rassurer j'avance la main sur son flanc chaud tandis que,
sous des étirements de nuages violets, d'autres trains confient les récits de leurs
fuites à des passagers ensommeillés.
Plusieurs jours avant un voyage, je parcours distraitement les rayons de ma
bibliothèque à la recherche du livre qui satisferait totalement mon désir de lecteur.
L'ouvrage ouvert à n'importe quelle page, se lirait dans n'importe quel ordre,
chaque lecture éveillant un nouveau sens. Le dialogue des mots ferait paraître une
chair. Il y aurait aussi des dessins dont la présence vive serait assez familière pour
me rassurer et assez étrange pour tendre mon désir. Je l'espère encore malgré mon
âge.
Ô Diable sépare-moi, divise-moi en mille voyageurs répandus sur les quais de
destinations jamais affichées, fragmente-moi en milliers de mots! Derrière ses
raideurs, le futur policé ne redoute rien autant que nos avenirs.
L'attente a ses passages secrets, des aussitôt qui ouvrent des ailleurs où l'on
ne s'attend pas, les mots, ces intrus, les empruntent parfois pour se délivrer.
ÁLVARO HERNANDO Poèmes de “Chicago express”, Pandora Lobo Estepario Productions™ , Chicago 2019
ÁLVARO HERNANDO
Poèmes de “Chicago express”, Pandora Lobo Estepario Productions™ , Chicago 2019
Traduction par Miguel Ángel Real
Treinta y nueve eclipses
La mano sobre el pudor.
El pudor en la mortaja.
La mortaja detrás de la vida.
La vida sobre la ausencia.
La ausencia antes que el olvido.
El olvido ante el silencio.
El silencio cuando el dolor.
El gemido tras el llanto.
La esperanza contra la fe.
La verdad desde el honor.
El honor sobre el veneno.
La víbora en una cuna.
La cuna bajo el poder.
La voz de la madre muerta.
El pan junto con el hambre.
Tus pechos junto a mis labios.
Los versos bajo los números.
La puerta sin cerradura.
Los muertos tras la venganza.
La luz bajo un párpado muerto.
Camille tras el cincel de Rodin.
La lava que limpia el suelo.
El bostezo ante la ciencia.
Bach dentro de un violoncello.
La infancia sobre la arena.
El agua sucia de arena.
La sal de la sed para el agua.
La ceniza en el tiempo.
La palabra para el necio.
La mentira sobre el amigo.
El guiño del hombre tuerto.
Los amores sobre el fuego.
Las alas en el infierno.
La leche caliente en invierno.
La sangre sobre la nata.
La victoria del hombre muerto.
Las cometas en el cielo.
Una mano sobre la piel.
Tu nombre en un pensamiento.
Trente-neuf éclipses
La main sur la pudeur.
La pudeur dans le linceul.
Le linceul derrière la vie.
La vie sur l'absence.
L'absence plutôt que l'oubli.
L'oubli face au silence.
Le silence quand la douleur.
Le gémissement après les larmes.
L'espoir contre la foi.
La vérité depuis l'honneur.
L'honneur sur le poison.
La vipère dans un berceau.
Le berceau sous le pouvoir.
La voix de la mère morte.
Le pain avec la faim.
Tes seins près de mes lèvres.
Les vers sous les chiffres.
La porte sans serrure.
Les morts après la vengeance.
La lumière sous une paupière morte.
Camille derrière le ciseau de Rodin.
La lave qui nettoie le sol.
Le bâillement devant la science.
Bach dans un violoncelle.
L'enfance sur le sable.
Le sel de la soif pour l'eau.
La cendre dans le temps.
La parole pour l'idiot.
Le mensonge sur l'ami.
Le clin d’œil de l'homme borgne.
Les amours sur le feu.
Les ailes en enfer.
Le lait chaud en hiver.
Le sang sur la crème.
La victoire de l'homme mort.
Les comètes dans le ciel.
Une main sur la peau.
Ton nom dans une pensée.
Insomne
Ya no duermo.
Pienso en ti y en qué decirte.
Me cuento que todo esto es una esperanza,
un dolor unido al hueso en hilvanado flojo.
Practico la mirada, con ojos cerrados,
la cara de uno mirándose al espejo
en una oscuridad más densa.
No duermo. Todo desaparece con el dolor.
Cada contracción, cada espasmo
es una conversación a punto de acabar.
Me esmero en certificar las diligencias
que me exige el protocolo
antes de enfrentarme a ese fragor
en que se ha convertido nuestro cruce de miradas.
Te miento y te revuelves contra mí.
Pongo todo mi ejército en una sola línea
dándote la espalda y preparando la defensa.
Repaso el guion, voy a contarte.
Repaso tu papel en la escena,
y hasta el del apuntador.
Repito las oraciones del final,
pues no quiero olvidar el texto en mitad
de nuestra charla.
Tardas en atacar, pero cuando empiezas
allá vas, con tu arma inesperada:
apareces con café y me interrumpes con la taza,
que tiene esa manía de tomar mis labios
y embastarlos con la sangre negra que me regala
una excusa para no llamar al insomnio por tu nombre.
Insomniaque
Je ne dors plus.
Je pense à toi, à quoi te dire.
Je me raconte que tout ceci est un espoir,
une douleur reliée à l'os par une faible faufilure.
Je m'adonne au regard, les yeux fermés,
mon propre visage qui se regarde dans la glace
dans une obscurité plus dense.
Je ne dors pas. Tout disparaît avec la douleur.
Chaque contraction, chaque spasme
est une conversation presque terminée.
Je m'applique à certifier les démarches
que le protocole m'exige
avant de faire face au fracas
qu'est devenu l'échange de nos regards.
Je te mens et tu te retournes contre moi.
Je mets toute mon armée sur une seule ligne
en te tournant le dos pour préparer ma défense.
Je révise le scénario, je vais te raconter.
Je révise ton rôle sur scène,
et même celui du souffleur. Je répète les phrases finales
car je ne veux pas oublier le texte au milieu
de notre conversation.
Tu mets du temps à attaquer, mais quand tu commences
tu y vas, avec ton arme inattendue :
tu surgis avec un café et tu m'interromps avec la tasse,
qui a cette manie de prendre mes lèvres
et les bâter du sang noir qui m'offre
une excuse pour ne pas nommer l'insomnie par son nom.
Luces
Las luces son anuncio de la muerte,
de la oscuridad que esconden.
Los silencios anticipan al grito,
y la suciedad al agua pura.
Así funciona el nacer de una estrella,
dentro de un ojo que hoy es ciego,
pero mañana un color con forma de pregunta.
Lumières
Les lumières sont l'annonce de la mort,
de l'obscurité qu'ils cachent.
Les silences anticipent le cri,
et la saleté l'eau pure.
C'est ainsi que fonctionne la naissance d'une étoile,
dans un œil qui aujourd'hui est aveugle,
mais demain une couleur en forme de question.
Tristeza
Reposar las manos en un vientre frío
componer una sinfonía de silencio sobre una página en
blanco
en piel del árbol muerto,
y conformar una palabra nueva que explique el color negro
cuando todo alrededor es ruido de fuego
caricia de humo.
Empezar la frase por la condición,
enterrando a un palmo de la superficie
la constelación que rige las inecuaciones
que atan los sueños a los logros.
Da igual el resultado de la rima
pues siempre habrá que masticar sal.
Tristesse
Reposer les mains sur un ventre froid
composer une symphonie de silence sur une page
blanche
au pied de l'arbre mort,
et constituer un mot nouveau qui explique la couleur noire
quand tout autour est un bruit de feu
caresse de fumée.
Commencer la phrase par la condition,
en enterrant tout près de la surface
la constellation qui régit les inéquations
qui lient les rêves aux réussites.
Peu importe le résultat de la rime
car il faudra toujours mâcher du sel.
Calles perdidas
Mis palabras son calles
de direcciones cambiantes
enmarañados cruces
atestados parques.
Mis palabras son ciudad vieja
aldea humilde
pequeña plaza en una villa olvidada
y suerte de suburbano enhebrado en el alma.
Mis palabras son pocas,
hermanas de mis hermanos,
susurros para iniciados
y gritos para los ausentes.
Amo los laberintos del lenguaje
en los que transitamos
para encontrarnos
los que vivimos perdidos.
Rues perdues
Mes paroles sont des rues
aux adresses changeantes
des carrefours enchevêtrés
des parcs bondés.
Mes paroles sont une vieille ville
un humble hameau
une petite place dans une ville oubliée
et un quelconque train de banlieue enfilé dans l'âme.
Mes paroles sont rares,
sœurs de mes frères,
des murmures pour initiés
et des cris pour les absents.
J'aime les labyrinthes du langage
où nous circulons
pour nous retrouver
nous qui vivons perdus.
Hueso para el perro / César Rito Salinas /
Hueso para el perro
César Rito Salinas
Cuando encuentro
en este mío silencio.
Giuseppe Ungaretti, Despedida
Un gusto ligeramente excéntrico
Un perro, su cola mocha.
Con sus ojos busca mis ojos, suplicante.
Los perros buscan cariño con la cola, y con los ojos.
Algo de excéntrico hay en el gusto
por el perro de cola mocha
(Eliot dice: todos hemos de tener un gusto
ligeramente excéntrico
para tener verdadero gusto).
Hueso para el perro
La flor de cartucho en el cieno, demasiada
blanca y bella para poseer
tan larga vida
en el fango;
por las mañanas,
junto al lavadero,
observo a la eterna blanca flor
mientras lavo trastes.
Regreso
Mal cocida avena
que hace
la luz
de la memoria.
Cavando en el bosque
he encontrado
avena.
Sabe dulce la avena mal cocida
entre
el frío pinar,
en la boca del lobo.
Eternidad
Los niños divisan zopilotes en el cielo azul,
puntos que giran sobre nuestra cabeza.
¿Alguien quiere morir?
Los zopilotes limpian el camino de las almas,
una suerte de ruta celeste para los finados.
Los zopilotes hablan con su vuelo
de un regreso que sólo contemplan
los niños.
El vendedor de silencio, acá entre hombres. / Por Fernando Reyes Trinid /
El vendedor de silencio*, acá entre hombres.
Por Fernando Reyes Trinid**
Es bueno, Enrique, que los hombres hablemos de machismo y misoginia. Muchas lacras tiene este país que, sin importar el tamaño o lo acendrado, han ido resquebrajando política y moralmente esta sociedad. De la corrupción e impunidad al chayote y las fake news, del tráfico de influencias y nepotismo al narcomenudeo y la extorsión. Sobre la complicidad gubernamental, el soborno y el embute periodísticos trata tu más reciente novela, Enrique Serna, aunque el tema que aquí me interesa es la mancuerna del poder político con la misoginia en todo su esplendor. Van de la mano, desafortunadamente. Enrique Dussel dice que una “extorsión sexual es una de las tantas consecuencias de la corrupción”.
Tu novela aborda distintas etapas en la vida de Carlos Denegri, el “mejor y el más vil de los reporteros”, en palabras de Scherer; un “mercenario de la información” durante la segunda mitad del siglo XX, años de gobiernos priistas. Hasta el gobierno de Peña Nieto continúa ese modus vivendi, pues, tú mismo lo has dicho, de 2012 a 2018 “se gastó millones en periodistas” (Sin embargo, 13/09/19). Es pertinente señalar la vigencia de estos vicios, pues las conductas machistas –descaradas o invisibilizadas- y la misoginia, como ideología dominante, dentro de la política siguen imperando en nuestros días, como lo constatan las frases cosificantes de Vicente Fox o las conductas violentas de Peña Nieto hacia sus propias mujeres, y en niveles de menor jerarquía como las recientes declaraciones del subdelegado del ISSSTE en Michoacán, Mireles, “Todo mi respeto a las pirujas, nalguitas y niñas”; la desafortunada expresión del gobernador de Puebla, Miguel Barbosa “Ninguna mujer será encarcelada por abortar”; o el diputado en Morelos, Pepe Casas, a quien le molesta que las mujeres se alejen de la cocina; en este Estado de la República, por cierto, gobierna un fulano que ha ostentado como trofeos a varias de “sus mujeres”. En todo el país ya hemos visto y oído manifestaciones y conductas por parte de políticos y funcionarios que atentan contra la integridad y derechos de la mujer. En El vendedor de silencio, tú le das un buen espacio al hermano del otrora presidente Manuel Ávila Camacho, Maximino, “violador y asesino”, “parásito de su libido”, que lo mismo encamaba, por la buena o por la mala, a “rumberas, cantantes de boleros, las coristas del Teatro Lírico, las secretarias, las amas de casa y las colegialas vírgenes” (p. 215).
Pero tú vas más allá de las anécdotas misóginas, gracias a tu buen manejo de las voces y focos narrativos. En primera, en segunda o tercera persona, el deseo machista y el rencor hacia las mujeres están presentes de principio a fin. Del mismo modo que Federico Gamboa relata cómo el alcohol va entrando al cuerpo cual Demonio, así tú, Enrique, te vas introduciendo al alma de tu personaje. Quienes conocemos tu prosa sabemos que la narración, empiernada a la descripción etopéyica, irá in crescendo sin titubeos ni prolepsis gratuitas porque siempre suceden cosas en las historias que inventas, recreas o reproduces. Pudiste bien hacer lo que Yourcenar hizo con Adriano, García Márquez con Bolívar o Del Paso con Carlota, pues tú mismo ya habías experimentado monólogos y fluir de la conciencia con Santa Ana; sin embargo, decidiste utilizar la vasta información –que te llevó años investigar- para contextualizar a tu personaje, y retratar varios sexenios en que el crathos político se cimentaba, se escudaba y se propagaba en contubernio con el poder periodístico, uno no existía sin el otro y viceversa.
Denegri fue conociendo y deleitándose con las mieles del poder desde muy joven, cuando, como hijo de diplomático, vivió en varios países y muy pronto aprendió a la perfección inglés, francés y alemán, los cuales lo hacían sobresalir en el mundillo de políticos y periodistas monolingües. Blanco y ojiclaro, descubrió la importancia del buen vestir y del buen hablar. Aspirante a poeta, se codeaba con escritores del país y extranjeros, podía entrevistar a André Malraux, hablar de lo engreído que era Luis Spota o de las “joterías” de Salvador Novo. Poco a poco supo que el dominio de la escritura, la diplomacia, el conocimiento de la psique y la cultura en todas sus manifestaciones lo elevaban por encima de los demás. “¿Quién era Lord Byron?, se animó a preguntar Luis Echeverría”. Galante, de sonrisa implacable, Denegri podía adular y comprar a todo mundo: bellas mujeres, monjas, trabajadores, policías, matones, políticos, empresarios, periodistas, directores y dueños de periódicos. “El sentido poético de la vida consiste en derrochar el amor y el dinero”, era parte de su filosofía. En poco tiempo hablaban de él como “el periodista más brillante de México y uno de los más respetados de mundo entero” (p. 28).
Poseía un abanico de poder que ostentaba en cualquier lugar, circunstancia y momento: dentro de su casa con su familia o en la calle donde transgredía reglas sabiéndose siempre protegido por alguien poderoso, en su programa de radio, en sus columnas, artículos y reportajes periodísticos, entre sus colegas del ramo, con funcionarios de poca monta y presidentes, entre empresarios, escritores, actrices, pero sobre todo con las mujeres, amantes, secretarias, esposas en turno o las ex, con quienes seguía manteniendo vínculos de dominio. Y es que tú, Serna, que una de tus obsesiones literarias es la relación hombre-mujer, tú, -que en casi todos tus libros (recuerdo a bote pronto los cuentos de El orgasmógrafo, Amores de segunda mano y Ternura caníbal, y, sobre todo, en Fruta verde) abordas el laberinto del amor, el deseo, la conveniencia, la lucha, el orgullo, el placer entre parejas- sabes contextualizar con una oración muy bien los convenios conyugales de la época: “El matrimonio de entonces se parecía demasiado a un contrato de compraventa en el que una mujer aportaba el capital de su virginidad a cambio de tener un proveedor para toda la vida”. (p. 100) A lo largo de toda la novela muestras la lucha de poder que establece Denegri con el sexo opuesto. No escatimas en escenas que narran lo peor del alma misógina de tu periodista: golpear y engañar a su esposa (p. 37), arranques de agresividad (p. 106), incendiar el calzón y quemar a una edecán (p. 55), llevarse a jalones a su mujer de una reunión cualquiera y romperle la madre a todo aquel que le provocara celos (p. 157), alquilar prostitutas, comprar el perdón con joyas, abrigos y costosos regalos, empleando una retahíla de frases de la más baja calaña: “pinches viejas, putas mujeres, impedidas neurológicamente, pinches chismosas, zorras, parían como conejas, aves carroñeras, gineceo hostil” y un largo etcétera exhibido en todas tus estrategias narrativas, Enrique, valientes, desmitificadoras, con la mera intención de visibilizar tales lacras que rebasan lo lingüístico, vicios tristemente arraigados. Y los ejemplos abundan, se desparraman en toda la novela. La voz magíster más misógina de la narrativa mexicana, la narratio machista más descarada de nuestras letras: “¿De modo que esa mechuda se negaba en redondo a salir con él? Imbécil, debería estar orgullosa de tenerlo rendido a sus pies” (p. 32). “Como siempre, las malditas viejas hacían causa común para defenderse. Adoraban el papel de víctimas, en especial cuando se trataba de ordeñar las chequeras de sus maridos” (p. 46). “Para serte franco, no creo en la amistad entre hombre y mujer. Sólo un maricón como Novo puede ser amigo de señoras guapas sin querer desnudarlas” (p. 136). “Que lloraran los perdedores, los arrastrados que se les hincaban a las viejas y deshonraban al género masculino” (p. 148).
Sin embargo, Denegri teme reiteradamente perder todo lo que él relaciona con el poder: su virilidad con las mujeres, su dinero, los privilegios de su carrera y sus contactos, sus dones para desenvolverse socialmente pues cada vez va quedándose más solo, con menos gente que lo legitime y favorezca. “Esos miedos nunca lo hubieran asaltado en tiempos de Miguel Alemán, cuando era el favorito de la corte. Dichosos tiempos aquellos en los que podía soltar balazos en un cabaret, manejar a velocidad de ambulancia escoltado por policías de tránsito, ligarse a mujeres casadas en las narices de sus maridos o vociferar en el mostrador del aeropuerto cuando algún vuelo venía lleno: baje a quien sea, tengo que tomar ese avión por órdenes del señor presidente” (p. 57). Aprovecho estos ejemplos, Enrique, que supiste seleccionar para referirte a esas actitudes que muchos hombres de la política, empresarios, judiciales o simples hombres prepotentes con ínfulas de influyentes hemos visto y padecido durante décadas los mexicanos de a pie. Hoy, que comienzan a señalarse el comportamiento avieso de algunos políticos, hoy que incluso se están juzgando a altos funcionarios por enriquecimiento ilícito, extorsión o corrupción, hoy que existen más denuncias por esta clase de atropellos y que las videocámaras y redes sociales pueden evidenciar estas prepotentes actitudes no sólo por parte de los hombres, hoy, en estos tiempos, a punto de iniciar la segunda década del siglo XXI, El vendedor de silencio debe coadyuvar a erradicar conductas machistas fomentadas otrora por el poder político y solapadas por las autoridades judiciales, por las cúpulas eclesiásticas, los programas y métodos de estudio, por los mass media, televisión, prensa, radio, publicidad e incluso por los padres, por las madres.
Desde el principio de tu novela se plantea la lucha de poder entre tu personaje y las mujeres. Las féminas poco a poco se van abriendo camino y van pidiendo igualdad. Ya no se dejan tan fácilmente. Recordemos que, aunque un poco tardío, está llegando a México la ola de luchas libertarias sesenteras. Sus tres esposas lo han abandonado. Su madre y la amiga de su madre son mujeres muy liberales. Natalia, la mujer que corteja exige respeto y no cae a la primera. Ante su primera escena celotípica se aleja tajantemente de él. De ahí va surgiendo su conflicto, él tan acostumbrado a mandar a lograr, como en el mundo de la política, lo que se propone, a como dé lugar.
¿Por qué las mujeres no se rendían del todo? ¿Era preciso conquistarlas una y otra vez, recomenzar a partir de cero cada vez que algo les molestaba? Engolosinadas en su poder, querían ver al hombre postrado a sus pies para sentirse fuertes. Un tipo del montón quizá podía aceptar ese indigno papel, no un hombre tan cercano a los detentadores del verdadero poder, el poder de dictar leyes, de levantar imperios, de conducir a enormes masas hacia un objetivo común. ¿A qué estás jugando, preciosa? Se preguntó resentido. (p. 144)
En las líneas arriba podemos vislumbrar, además de su acendrado machismo, el meollo de su ser: megalomanía, soberbia, orgullo, egolatría, poderío. “Se cortaba un huevo y la mitad del otro si ese asedio no terminaba en la cama”. Aunque éstas conductas, en el fondo, ocultan el otro lado de su alma, vulnerable, débil, infantil. “Porque él no odiaba las mujeres como creían sus antagonistas: las amaba más que nada en el mundo…” (p. 59). Progresivamente, nuestro personaje se va distanciando de la realidad, ya por mecanismo de defensa, por su alcoholismo o por la dicotomía culpa-temor. Finalmente él se siente víctima de las mujeres. La psicología del personaje se va disgregando en su propio laberinto de hechos, daños, sentimientos, mentiras y autoengaños. “Lo quería todo: ser poeta y hombre de acción, millonario y líder bolchevique, vivir cientos de existencias simultáneas y gozar los placeres del alma y del cuerpo con una sublime hiperestesia humana” (p. 96). Entre tanta actividad y regodeo en el poder, Denegri no tenía tiempo “siquiera de digerir sus emociones”, y a eso le agregamos que “su verdadero yo siempre tenía una copa en la mano”. “¿Ya ves, pendejo, lo que te ganas por tu altanería por sentirte la divina garza con dos tragos encima?” (p.23) Denegri “llevaba dentro un Míster Hyde que se apoderaba de su albedrío en momentos de ofuscación etílica” (p.58). Aunque confundido, sentía en su cuerpo y en las consecuencias de sus actos que se iba consumiendo poco a poco. “Ignoraba de dónde diablos surgían esos malditos miedos, más intensos cuanto más imprecisos”. Algo le decía que debía parar. Por eso luchaba en los dos extremos de “domar a una yegua tan bronca” como era Natalia, o sucumbir a ella y “ofrecerle en holocausto su cansado rebenque de macho dominador” (p. 126). “Necesitaba esa purificación espiritual para volver al punto de inflexión en el que se había torcido su existencia y recomenzarla con ilusiones restauradas, lejos de la sordidez y desenfreno que le corroían el alma” (p. 138). Ya era tiempo de doblegarse, pensaba mientras continuaba con actitudes y acciones que exaltaban su poderío y egolatría.
En el ir y venir narrativo, diegético y biográfico se va entretejiendo la esencia existencial de tu Carlos Denegri. Además del manejo que tienes sobre el tema de la pareja desde muchas de sus aristas, también te ha obsesionado, al más estilo flaubertiano, los vericuetos del alma femenina, como lo muestras en tus novelas Señorita México, Ángeles del abismo y La sangre erguida. Eso te permite no sólo exponer las tropelías misóginas del protagonista, sino que sabes bien establecer los vínculos que Denegri tiene con cada una de las mujeres en su vida, incluyendo la relación de amor-odio con su madre o la paciencia y ternura que veladamente profesa a sus hijas. Esto nos brinda, como en toda tu obra –incluso la ensayística- un rico espectro de posibilidades humanas para que no se quede tu novela en un panfleto, apología, panegírico, indulto o diatriba en torno a conductas morales.
Antes de concluir, quisiera invitar a los lectores a sumergirse en una novela total y abordarla como un misterio del alma de su personaje, para tratar de descubrir las motivaciones psicológicas, sociológicas, políticas e históricas del macho mexicano. Denegri desde niño “sin saberlo, ya estaba embriagado de poder” y en cualquier situación “sacaba a relucir mis influencias”. El púber Carlos debía mostrar siempre ante amigos, ante el padre, maestros, jovencitas, sus dotes de galán, de “las puedo todas”, aunque en el fondo “era un niño asustadizo” cuyo mayor pecado era “el robo de unos dulces y haber copiado en el examen de Biología”. Un niño que se hizo hombre que se hizo viejo que se comportaba como niño. Presionado por todas partes en un principio, luego por él mismo. Pero el tiempo y su ego se lo fueron devorando, no sin justificaciones gratuitas y patadas de ahogado. “Tal vez no había sabido entregarse o no había encontrado a la mujer que supiera entenderlo, y una voz interior, la voz de un ahogado pidiendo socorro, lo incitaba a creer en una relación crepuscular, en un renacimiento erótico y afectivo que le diera un nuevo significado a su vida” (p. 26). La última y nos vamos. Yo controlo al alcohol y no él a mí. Yo sé cuándo parar. “El mejor periodista e México” no supo cuándo.
Quiero dejar en el tintero, y para no espoilear, el tema de la madre, que aún es tabú en nuestra sociedad. La de Carlos Denegri era más bien una madre controladora, chantajista, manipuladora, con doble discurso. “Si su madre sabía de sobra cuánto aborrecía a esa vieja puta, ¿por qué se la enjaretaba en los convivios familiares?”. Ceide, como llamaba a su madre, “una mujerzuela nostágica”, era como una perene sombra, le chocaba su coquetería, que fuera extrovertida, bailara, tomara y cantara el tango “Flor de fango” que hablaba de una libertina. Sentía celos cuando los hombres la miraban, y aunque lo exasperaba y a veces quisiera gritarle y reprocharle sus rencores acumulados por más de medio siglo, la respetaba demasiado, era la única mujer a quien no le había levantado jamás la voz, “y la sola idea de lastimarla le imponía un terror sagrado. Su amor era el único puerto seguro en medio de las tempestades, el reducto de tibieza que nunca podía faltarle, y si el precio que debía pagar por conservarlo era un honor lastimado, bienvenidas fueran todas las humillaciones” (p. 45). Cuántas connotaciones tiene este último párrafo desde el punto de vista psicoanalítico. Denegri tiene un padre impostor e impositor, y una figura matriarcal que lo domina. De ahí quizá “el trauma patriarcal” del que habla Claudio Naranjo, en una civilización que ha logrado su “progreso”, desde una moral autoritaria y severa.
Aquí no es el lugar para conjeturas psicoanalíticas. Aquí sólo planteamos la lectura de esta tu más reciente novela que toca un tema tan vigente como trascendente en la búsqueda de una verdadera igualdad de género. Y es muy bueno, Enrique, importante y necesario, que hablemos entre hombres sobre los machismos que hemos ejercido por años, por milenios.
*Serna, Enrique, El vendedor de silencio, ed. Alfaguara, México, 2019.
**Fernando Reyes Trinid estudió la Maestría en Literatura Mexicana y la Maestría en Psicoterapia Existencial. Publicó las novelas La filósofa, la jinetera y el Comandante (IMC, 2009), y ¿Quién mató a la maestra Rosita? (UNAM, 2010), Cuentos para incendiar la oscuridad (minificciones, VersodestierrO, 2010) y los volúmenes de cuento No somos tiernas las suripantas (IMC, 2007) y Cómo deshacerse de príncipes azules (Editorial Fridaura, 2015).