“El cómic de «Silver Surfer: Parable», perteneciente al sello editorial Marvel Comics y publicado en 1988, es uno de los ejemplos de mayor calidad estética y reflexiva no sólo para la historia de esta franquicia; sino dentro de la configuración de lo que podríamos llamar la contemporaneidad del relato gráfico. Pese a la reticencia de algunos sectores académicos que, aún en la actualidad, suelen desdeñar este tipo de registros por considerarlos insustanciales, infantiles e inconsecuentes, incluso, en algunos casos, “paraliteratura ilustrada”, el relato que nos ocupa tiene la particularidad de fundir una de las mejores historias concebidas por Stan Lee (Nueva York, 1922-Los Ángeles, 2018), con el trazo y la tinta magistral de Jean Giraud (Nogent-sur-Marne, 1938-París, 2012), también conocido bajo el pseudónimo de “Moebius”. Cabe mencionar que el azar facilitó la reunión de este equipo en la feria del Libro de Anaheim, California (1988), porque “Moebius” en realidad era lo que podríamos llamar un pionero del «cómic artístico francés». Así, el encuentro fortuito de estos dos personajes significó un hito sin precedentes para el mundo del cómic occidental” [1].

“De este modo, el francés y el norteamericano dieron vida como nunca antes a Silver Surfer y a Galactus, protagonista y antagonista, respectivamente, de un irresoluble conflicto que se remonta a los orígenes del universo. Galactus (“El devorador de mundos”) representa el poder, el equilibrio y el apetito insaciable, que consume planetas a lo largo y ancho del universo; mientras que Silver Surfer (“El deslizador de plata”) es el heraldo de Galactus, quien llega a cada mundo para anunciar la devastación que vendrá con la llegada del gigante cósmico. Para efectos de este trabajo, y a partir de mi propia lectura, encuentro una correlación entre ambos personajes que no necesariamente remite al relato convencional de héroes versus villanos, es decir, según mi perspectiva, Galactus representaría el Saber-Poder que menciona Michel Foucault, el cual se estatuye como una serie de relaciones coercitivas; y, a veces, como la configuración de un metarrelato (Lyotard), donde un sistema de valores se legaliza como el paradigma específico de una sociedad. En cuanto a las prácticas de poder, Foucault menciona que una de las tácticas esenciales, para que éste sea funcional, es el engaño a partir del «enmascaramiento»:

El poder es tolerable sólo con la condición de enmascarar una parte importante de sí mismo. Su éxito está en proporción directa con lo que logra esconder de sus mecanismos. ¿Sería aceptado el poder, si fuera enteramente cínico? Para el poder, el secreto no pertenece al orden del abuso; es indispensable para su funcionamiento. El poder, como puro límite trazado a la libertad, es, en nuestra sociedad al menos, la forma general de su aceptabilidad. (Foucault: 1977, 52)”  [2]

“A través del enmascaramiento, Galactus oculta el apetito por la destrucción, bajo la máscara de un Dios todopoderoso, que con su sola presencia es capaz de aterrorizar a la humanidad, y de hacer que ésta se destruya, sin tener que matar a nadie. En realidad, Galactus había prometido, mucho tiempo atrás, que jamás atacaría la Tierra; por esta razón, Silver Surfer le reclama haberse rebajado a la mentira, y aunque Galactus reconoce haber incurrido en el engaño, sabe que los humanos, por sí solos, le ahorrarán el esfuerzo de tener que destruir el mundo. De manera que la llegada de Galactus propicia, además del temor, la obediencia y el surgimiento de una nueva religión, junto a sus respectivos apóstoles, seguidores y mártires.

La contraparte de este falso Dios venido del espacio es Silver Surfer, en cierto sentido, un arquetipo de la libertad por ser un heraldo que se rebela a su amo; pero, también, un símbolo de «marginalidad», porque su existencia se reduce al anonimato y a la indigencia entre los callejones de la ciudad. En ese marco, su única posesión son los recuerdos de una mujer amada; la memoria de un planeta natal destruido por Galactus; un deslizador espacial, cubierto por una manta, y unos cuantos harapos por vestimenta. Su pasatiempo: examinar la conducta del ser humano entre las fatalidades y contradicciones de su mundo: “Pero no hallaré escape de esta realidad. […] No me sorprende. He visto demasiado la demencia humana. Casi no siento compasión por ellos. Todas sus heridas son autoinfligidas. La pestilencia y la suciedad ya no me alteran” (11). Así, Galactus y Silver Surfer, amo y mensajero, aparecen en la cotidianidad del planeta Tierra, como un agente disrruptor y un agente subversivo, cuya dualidad no sólo es un esbozo ficcional de maniqueísmo o del equilibrio cósmico entre principios antagónicos; sino una dualidad complementaria que nos recuerda a la «metafísica de la presencia» propuesta por Jaques Derrida. Es decir, la dualidad de la presencia y de la ausencia, o bien, del centro hacia sus respectivos márgenes:

El centro recibe, sucesivamente y de una manera regulada, formas o nombres diferentes. La historia de la metafísica, como la historia de Occidente, sería la historia de esas metáforas y de esas metonimias. Su forma matriz sería […] la determinación del ser como presencia en todos los sentidos de esa palabra. Se podría mostrar que todos los nombres del fundamento, del principio o del centro han designado siempre lo invariante de una presencia (eidos, arché, telos, energeia, ousía [esencia, existencia, sustancia, sujeto], aletheia, trascendentalidad, consciencia, Dios, hombre, etc. (Derrida: 1967, 385)”  [3]

“La metafísica de la presencia es un paliativo que ayuda a soportar la «incertidumbre epistemológica», ésta se expresa como una falta de origen, esencia o naturaleza; pero, además, puede traducirse como una ausencia de jerarquía o de principio rector de la realidad. Esto significa experimentar la angustia que se deriva de la carencia de categorías y conceptos aparentemente “seguros”. De este modo, Galactus se convierte en el centro paradigmático de una nueva religión; mientras que Silver Surfer en un objeto de la discriminación. A partir de esta relación antagónica, la historia de Parable puede dividirse en tres etapas: 1) «La llegada de Galactus a la Tierra», la cual representa el final de la civilización humana; 2) «La Era de Galactus», o la instauración de la ley del placer y la anarquía; y 3) «La victoria y el exilio de Silver Surfer», o la subversión de la jerarquía por medio de la rebelión y del exilio.

Para tener una visión más amplia, la historia de Parable podría resumirse de la siguiente manera: semejante a un meteorito, la nave de Galactus se aproxima al planeta Tierra, al poco tiempo, Silver Surfer despierta entre la basura de un sucio callejón. La noticia se esparce pronto, generando caos y disturbios por todas partes. No pasa mucho tiempo cuando la nave de Galactus aterriza, frente a todos, en medio de la gran ciudad. La visión es abrumadora y la luz y el estruendo preceden la aparición del gigante cósmico. Misteriosamente, el coloso declara estar más allá del bien y del mal, así como el final de la guerra, la pobreza y el crimen, a cambio de una total devoción hacia él. Junto a la ley, el pecado y la culpa desaparecen.

Poco tiempo después, aparece un oportunista llamado Colton Candell, quien se autonombra sumo sacerdote del culto a Galactus. La nueva religión se oficializa y Silver Surfer sale del anonimato para cuestionar su falsa profecía; el profeta Candell se ve tentado a ordenar a sus hombres que le disparen, pero su hermana Elyna intercede por él. Colton y sus seguidores se retiran y Surfer conversa con Elyna, símbolo de la misericordia y de una consciencia emergente. Después de que Surfer se quita los harapos y revela su identidad, éste decide ir a enfrentar a Galactus; por otro lado, Elyna empieza a poner en duda la nueva religión, y a creer que una persona puede ser capaz de hacer la diferencia. El enfrentamiento de Silver Surfer y Galactus empieza en las palabras; pero pronto se vuelve una catástrofe: Surfer le recuerda la promesa que había hecho de no atacar a la Tierra, a esto, Galactus responde que no ha fallado a su palabra, porque la ignorancia de los humanos es suficiente para llevarlos a su propia destrucción. De modo que Silver Surfer trata de razonar con la multitud para que dejen de obedecer a Galactus, pero sus palabras sólo encolerizan a la gente y empiezan a atacarlo con todo tipo de armas. En una maniobra evasiva, Surfer vuela alrededor del coloso, quien enfurecido por la rebeldía de su antiguo mensajero, decide atacarlo derribando edificio tras edifico; a pocos metros, con un herida de bala en el pecho, Elyna se aproxima en un helicóptero robado para combatir, simbólicamente, al gigante cósmico. Sin embargo, ella pierde el conocimiento y comienza a caer; Surfer baja para intentar salvarla, pero Galactus lo ataca de nueva cuenta impidiendo con ello el rescate: Elyna muere cuando el vehículo estalla en el suelo. Su hermano Colton, pensando que Galactus evitaría su muerte, observa la tragedia en televisión. Finalmente, se arrepiente por haber endiosado a un monstruo. Este acontecimiento desencadena el final de la Era de Galactus, porque a partir de este momento la gente empieza a rebelarse. Los primeros ataques coordinados bastan para persuadir a Galactus de abandonar el planeta; porque, a pesar de todo, él jamás rompe su promesa de no matar a nadie en la Tierra. Dejar de ser un Dios es una derrota suficiente poder vencerlo.

La victoria de Silver Surfer es contundente y la gente de todas las naciones pronto se aproxima a él para pedirle su consejo, protección y guía; este acontecimiento lo decepciona de inmediato porque ya han comenzado a endiosarlo:

¡Es una locura! Ansían liderazgo como un bebé ansía la leche de su madre. Seguro esta es la razón por la que caen presas tan a menudo de tiranos y déspotas. ¿Por qué no pueden darse cuenta de que la fe más verdadera es la fe en uno mismo? ¿Qué los ha vuelto tan desesperados porque otros les muestren el camino? Sólo hay una forma de enseñarles, ¡aunque implicará volver a ser un marginado! Y sin embargo, es un pequeño precio a pagar. (54)

Rechazar el nuevo liderazgo que los humanos le ofrecen, tras haber salvado al mundo, le obliga no sólo a fingir un nuevo enmascaramiento de poder, incluso uno más despótico que el de Galactus; sino a tener que exiliarse de la Tierra para que los humanos reanuden el cuestionamiento de la realidad, si acaso llegaran a ser conscientes de él. De manera que la jerarquía y la religión, además de la marginalidad y el exilio, aparecen en la historia no sólo como el arco metafórico de una parábola; sino como una «paradoja» irresoluble donde el problema del lenguaje y el poder nos lleva, necesariamente, hacia el ejercicio derridiano de la «deconstrucción». Esto es la posibilidad de transformar la moral en turno mediante un «juego» donde la hegemonía y la resistencia se confrontan, bajo la forma de una pregunta sin respuesta, o como una posibilidad de existir evitando las jerarquías. Sólo así, podríamos llegar a significar aquel espacio de conflicto sugerido por la filósofa Judith Butler:

Estoy en permanente conflicto con las categorías de identidad, considerándolas como topes invariables, y entendiéndolas, incluso promoviéndolas, como sitios de conflicto necesario. (Butler: 88)” [4]

En relación con esto, la soledad cósmica de Silver Surfer, atravesada por la dualidad de la victoria y la derrota, refleja una búsqueda que nos hace comprender por qué ha elegido al planeta Tierra como su morada, aun cuando aparenta “oficialmente” haberse exiliado de él: “He conocido la incitante exaltación de la victoria. He conocido el constante dolor de la derrota. Pero nunca dejaré de buscar un oasis de cordura en este desierto de locura que los hombres llaman Tierra”.

Nota final: Para favorecer la exposición de este trabajo, adjunto tres apartados de viñetas que ilustran, a grandes rasgos, los pasajes más relevantes de la historia de Silver Surfer: Parable (1988): 1) «La llegada de Galactus a la Tierra», 2) «La Era de Galactus» y 3) «La victoria y el exilio de Silver Surfer». Se sugiere observar con detenimiento el trazo del dibujo y los diálogos.

1) La llegada de Galactus

2) La Era de Galactus (el desafío de Silver Surfer y la muerte de Elyna)

3) La victoria y el exilio de Silver Surfer

A manera de conclusión:

El cómic habita en la marginalidad de lo que podría llamarse un relato gráfico. Y aunque éste ha sido denostado por la tradición académica y otros públicos lectores, por ser tildado de infantil, inconsecuente o incluso “paraliteratura ilustrada”, en su aparente marginalidad y carencia de polifonías, aquellas que suelen embelesar a los defensores más asiduos de la literatura escrituraria, este relato gráfico ofrece algunos aforismos y reflexiones que dentro de su imagen de soledad astral cuestiona los cambios de paradigma, y anticipa la faceta en la que éstos dejan de molestar y de ser contestatarios, en lo que hoy suele llamarse un proceso de “normalización”, cliché de nuestros tiempos, para ser institucionalizados y posteriormente

cristalizar en una nueva moral que deja de asombrarnos. Un espacio idóneo de crisis donde la realidad enmascara fisuras aparentemente invisibles; fisuras que por cierto devendrán en las coyunturas (otro cliché) que permitirán reconfigurar la condición humana a través de sus ineludibles contradicciones, como la reverberación de un fractal entre sus múltiples fractales.

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BIBLIOGRAFÍA

Butler, Judith. «Imitación e insubordinación de género». (Conferencia pronunciada en 1990).

Derrida, Jacques. «La estructura, el signo y el juego en el discurso de las ciencias humanas». La escritura y la diferencia [1967]. Anthropos. Barcelona, 1989.

Foucault, Michel. «IV El dispositivo de sexualidad», Historia de la sexualidad I: La Voluntad de Saber. Siglo veintiuno editores, s.a. de c.v., 1977.

Giraud, Jean (“Moebius”); Stan Lee. Silver Surfer: Parable. Marvel Comics. New York, 1988.

[1] Si bien el cómic no es una expresión privativa de una determinada cultura, desde finales de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el mundo del cómic tiene como principales referentes a Japón y a Estados Unidos, con el  manga y el cómic occidental, respectivamente.

[2] Foucault, Michel. «IV El dispositivo de sexualidad», Historia de la sexualidad I: La Voluntad de Saber. Siglo veintiuno editores, s.a. de c.v., 1977.

[3] Derrida, Jacques. «La estructura, el signo y el juego en el discurso de las ciencias humanas». La escritura y la diferencia [1967]. Anthropos. Barcelona, 1989.

[4] Butler, Judith. «Imitación e insubordinación de género». (Conferencia pronunciada en 1990).