Enumero las cosas para saber del mundo,
me invento las canciones, letras, bosques
y claro,las quimeras.
Recuento tantas horas
para dormir tranquilo.
Reviso las estrellas y los platos
-agujas sin pajar
a medio cuarto-
para fijar el norte,
el sabor de tu piel −hogaza y caña−,
la primera sonrisa,
esos ecos de olas que se rompen
para hacer del pasado nueva vida.
Los que vamos dormidos.
Los sin tierra,
estos abandonados, forasteros.
no sabemos escribir haikus.
Los que inventan raíces
en jardines colgantes.
Los bienaventurados corazones
sin flecos ni tejidos,
vamos por la vida sin costuras,
¡ah pero eso sí!, tan llenos de estribillos.
A nosotros: Los desmedidos.
Los sin fuerza ni agravio.
Nos sobran las palabras.
Los que nunca salimos a jugar madrugadas.
Es cierto…
No sabemos escribir haikus
Las lunas nos quedan siempre grandes
camisas de uniforme, desteñidas…
De tanto andar sin rumbo
−perdidos desde antes−
volteamos los zapatos
bebemos lirios fango para montar los sueños
cual caballos sin nombre.
Estos que somos
Este que soy
ausente sombra
recuerdo de otro
herida de montaña –siempre abierta–
solo tiene palabras como cantaros.
Vagamos sin regalos
para premonizar
el cisne, la hondonada, las estelas de nubes,
abriendo atardeceres en el cuerpo y el agua
antes que las hormigas encuentren el camino
y nos quedemos ciegos…
cual Edipos…
Narvarte, Ciudad de México, 06 de agosto de 2016