-MANIFIESTO-

Si los artistas son seres más a flor de piel en toda sociedad, debido a su afinada percepción, sentir y conciencia crítica (antenas de la sociedad, según Ezra Pound); entonces les corresponde la tarea de coadyuvar con su arte al fortalecimiento positivo de la sociedad donde se desarrollen puesto que padecen los mismos problemas y carencias de su comunidad al igual que las injusticias sociales de su época.

La relación de los artistas con los sistemas de gobierno, varía continuamente y en algunos casos llega a conflictuarse, tal vez porque los hombres del poder y los artistas tienen diferentes finalidades y distinta conceptualización de la vida misma; por ejemplo, buen número de políticos oscurecen su lenguaje con demagogia debido a su falta de compromiso social.

Mientras los hombres de letras –sobre todo poetas- clarifican y renuevan el lenguaje. Así, los verdaderos artistas comprometidos con la sociedad y con su época deben “denunciar la realidad” cuando esta sea perversa, absurda o injusta.  Además, si dichos artistas e intelectuales en cada época deben ser “la cognición crítica en la sociedad”, entonces los poetas, ensayistas, narradores, dramaturgos y otros por haber deben “hacer literatura” de la realidad inmediata que por vivir llevan, cumpliéndose así la verdadera función social del arte y el artista: crear un goce estético con su obra y despertar conciencias en las sociedades al mostrar un “realismo social” en toda su crudeza, crueldad, injusticia o perversidad. He aquí los poetas con sus nuevos cantos épicos, los ensayistas con sus ensayos críticos, los dramaturgos con sus socios dramas irónicos y los narradores con relatos auténticos que denuncien las malas acciones, desde esta perspectiva podemos intervenir en el surgimiento de una nova conciencia crítica en la sociedad actual.

Cabe aclarar que no se trata de hacer “necro literatura”, promover “cultura de la muerte” o convertirse en vocero de mafiosos, ni escribir poesía panfletaria en la denuncia, ni ensayos apáticos con visión turística, ni dramas comodinos para darle a la injusticia carta de naturalidad, sino por el contrario, poner la literatura y el arte en general al servicio de la comunidad que habite, promover y desarrollar sensibilidad social; todo esto con sutil ironía, con vigorosa belleza, con honestidad intelectual, en afán de provocar el análisis crítico, asumiendo nuestros roles artísticos con tal responsabilidad en estos tiempos distorsionados en los que corresponde vivir.

Nos encontramos en un periodo parecido a la posguerra: desesperanza, desánimo, desempleo, pobreza extrema, injusticia, violencia y demás.  Crisis sucesivas de todo tipo que desembocan en pérdida de valores y descomposición del tejido social, tergiversación de roles, surgimiento de “subculturas nuevas” en las drogas, la corrupción y la muerte. Debemos retomar y expresar mediante una coyuntura de pensamientos este “realismo social” cuyo fruto es un arte literario con características propias, actuales y sobre todo críticas.  Según José Vasconcelos, hay algo más terrible que una revolución fratricida: “el estancamiento de una sociedad que se hace indiferente a la iniquidad, tolera sin dignidad los abusos, transige con los malvados y empodera a los perversos”.

Los verdaderos poetas y artistas, nunca han permanecido indiferentes o apáticos ante la “realidad social” de su época, portan el germen de la rebeldía, la capacidad de asombro y su vocación de cambio, no solo en cuanto a literatura o arte, sino también de su tiempo. Son verdaderos “catalizadores sociales”. Si además de escribir sobre nuestra realidad para dejar constancia de paso por la vida, elevamos la conciencia crítica de nuestra especie y salvaguardamos nuestra cultura,  le daremos a esta vida un sentido artístico más profundo, luminosidad histórica y poética, que nos volverán más humanos y más nobles.

Sigamos fieles a nuestra vocación y asumamos nuestro destino con dignidad y entereza.

​Raúl Iván Méndez Arzola

Atoyac, Veracruz; febrero de 2017